jueves, 22 de septiembre de 2016


La erosión es un proceso geológico natural que actúa en toda la superficie emergida del planeta. Tiene su origen en la capa gaseosa que envuelve a la Tierra, la atmósfera, y en la existencia de un potencial regular que afecta asimismo a todo el planeta: la gravedad. La expresión erosión acelerada sintetiza los efectos de la erosión causados por el hombre, de forma directa (eliminación de la cubierta vegetal, modificación del relieve y de los sistemas de drenaje, etc.) o indirecta (calentamiento atmosférico, con progresivo ensanchamiento de los cinturones áridos subtropicales, entre otras consecuencias). 

Este último aspecto, el de la erosión antrópica, es el que ha reflejado en algunas de sus obras la artista colombiana Leyla Cárdenas (haz clic en todos los términos en rojo para información relacionada), nacida en Bogotá en 1975: la erosión producida por el hombre en un entorno urbano, la destrucción de una calle y el material que asoma bajo su superficie, el paso del tiempo, el desgaste de la materia. Cárdenas, en una entrevista publicada en octubre de 2012: "Observo la ciudad y la arquitectura en términos de decantación, acumulación y ruina. Los recorridos atentos por el paisaje urbano me dan material de trabajo [...]. Me he concentrado en la posibilidad de aprehender o dar consistencia material a la elusiva idea de Tiempo. Y el trabajo con materiales que guardan en su interior años y años de sustratos decantados me da la posibilidad de abrir esa dimensión espacio-temporal [...]. Los materiales se pueden ver como la ruina de lo que fueron, es un acceso al pasado que inevitablemente está anclado en el presente". 

             
Izquierda: Fracción Calle 26 # (de la serie "Lo deshecho", año 2011), de Leyla Cárdenas. Impresión giclée, 60 x 70 x 2 cm
Derecha: Chimenea de hadas, una particular forma resultante de la erosión. Se ha desarrollado sobre depósitos volcánicos de flujo piroclástico de la Formación Ürgüp, de edad Mioceno superior-Plioceno (cerca de Çavusin, en Capadocia, Turquía). La piedra que la corona proviene de un nivel superior de mayor dureza y consolidación (de idéntica génesis, no es lava), que ha protegido la columna y la ha aislado de la erosión actuante en su entorno. Foto: Joaquín del Val 

Una morfología de erosión mucho más extendida es la denominada "malas tierras", o badlands. Los conquistadores españoles llamaron "malas tierras" a ciertas áreas del sur y suroeste de Estados Unidos para referirse a laderas naturales intensamente abarrancadas, con vegetación muy dispersa o inexistente y no aptas para la agricultura (y ahora nos vuelve, siglos después, la misma expresión, pero directamente en inglés). El término se ha generalizado para incluir zonas de topografía rugosa y accidentada, a menudo con una densa red de drenaje en surcos y cárcavas. Se pueden generar en un amplio abanico de rocas, aunque entre las más susceptibles figuran las rocas limo-arcillosas y las margas (rocas intermedias entre arcillas y calizas). 

   Badlands en la Cuenca de Guadix (cerca de Gorafe, provincia de Granada, España). Se trata de una de las cuencas situadas en el interior de la Cordillera Bética, rellenas por sedimentos que abarcan desde el Mioceno superior al Cuaternario; los sedimentos se depositaron cuando la arquitectura principal de la Cordillera ya había quedado configurada. El nivel plano superior que se aprecia en la fotografía está formado por un conglomerado de matriz arcillosa roja con costras calizas. Por debajo de esa superficie aparece una marcada morfología en cárcavas y barrancos que afectan a las arcillas, limos, arenas y conglomerados de origen fluvial (coloración rojiza) y a las margas, formadas en antiguos lagos (niveles blanquecinos). Los badlands presentan una considerable extensión en el sureste de la península ibérica, especialmente en las provincia de Granada, Almería y Murcia, con frecuencia asociados a este mismo contexto geológico: cuencas interiores de la Cordillera Bética, formadas con posterioridad a su configuración (por eso se las llama cuencas postorogénicas). Foto: Joaquín del Val  

Esta morfología, cómo no, es objeto de interés por parte de diferentes artistas. Me ha llamado especialmente la atención este proyecto de colaboración entre la empresa Zeitguised (un estudio de artistas, diseñadores y técnicos, radicado en Berlín) y el fotógrafo israelí Ben Sandler (Haifa, 1985), titulado Badlands. Por varias razones: 

         Obra de la serie Badlands (año 2013), realizada conjuntamente por el estudio Zeitguised y el fotógrafo Ben Sandler. El modelo virtual presenta una sucesión de capas plegadas que producen un marcado contraste con la horizontalidad de los estratos de la foto (unidad de lutitas y areniscas incluidas en la Formación Chinle, del Triásico Superior; un nivel de esta unidad ha sido datado con métodos isotópicos, resultando una edad de 213 +/- 1,7 millones de años). El paisaje se sitúa en "El desierto pintado" (The Painted Desert), nombre dado, en 1540, por el conquistador español Francisco Vázquez de Coronado a un vasto territorio que se extiende por los estados de Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México (EE. UU.). En la parte inferior de la foto se llegan a ver grandes troncos fósiles del Parque Nacional del Bosque Petrificado (Arizona). En esta entrada del blog puedes ver una foto de más detalle de árboles fósiles en ese Parque y otra información sobre ellos. Se pueden ver más obras de este proyecto artístico, Badlands,  haciendo clic aquí. Imagen: Copyright © Zeitguised y Ben Sandler, vía Inspirationist.net 

En la superficie de algunas rocas se pueden observar unas curiosas formas de meteorización denominadas alveolos o tafoni (vocablo corso que significa "ventanas"). Este modelado erosivo, desarrollado en paredes verticales o de fuerte inclinación, se manifiesta por oquedades poligonales, redondeadas o elípticas, de dimensiones muy variables y que aportan, en ocasiones, un aspecto cavernoso a la roca. Aunque se pueden presentar en diferentes tipos rocosos, son más frecuentes en areniscas y en granitos. Se generan en una gran variedad de ambientes climáticos: regiones áridas y semiáridas, zonas costeras de clima templado y húmedo o, incluso, en dominios glaciares (se han llegado a encontrar, por ejemplo, en la Antártida). 

Alveolos, oquedades de pequeño tamaño, agrupadas en formas que recuerdan a un panal de abejas. Izquierda: Areniscas cuarzo-feldespáticas de la Formación Vaqueros (Oligoceno superior-Mioceno inferior), en El Corte de Madera Creek, California (EE. UU.). Foto: Chris D 2006. Derecha: Areniscas de la Formación Pigeon Point (formadas, según datación, entre hace 73 y 85 millones de años, Cretácico Superior), en Pebble Beach, California. Foto: Copyright © Bay Area Biking Nikon/flickr  

 Attenti al cane (Cuidado con el perro), obra de la escultora estadounidense Adrian Arleo (Tarrytown, estado de Nueva York, 1960). Arcilla, esmalte cerámico y cera fundida, 34 x 33 x 20 cm, año 2012
       
Los principales factores en la génesis de alveolos y tafoni, según señalan la mayoría de las investigaciones, son los repetidos ciclos de humectación y secado que afectan a las rocas y la cristalización de sales en sus poros. El primero de ellos contribuye a la hidratación de algunos minerales, con el consiguiente incremento de volumen, generando así esfuerzos de rotura y la disgregación de la roca (y el rápido secado favorece que cristalicen las sales). La precipitación de sales en los espacios porosos, aportadas por aerosoles marinos en espacios próximos a la costa o bien incorporadas en disolución a partir de flujos de agua superficiales o subterráneas, da lugar asimismo a expansiones volumétricas que contribuyen a la desintegración de la roca. Hay también otros muchos aspectos locales que pueden intervenir en la aparición de alveolos o tafoni en un emplazamiento concreto: crioclastia (rotura por hielo), erosión eólica, planos de debilidad preexistentes en la roca, disolución de cementos carbonatados en la misma, etc. Y, por supuesto, también influyen las variaciones en las condiciones climáticas y geomorfológicas a las que ha estado sometida la roca a lo largo del tiempo.

Las causas precisas de las peculiares disposiciones geométricas (como es el caso de las agrupaciones de alveolos en forma de panales de abejas), la dinámica de propagación de estas formas en el espacio y a lo largo del tiempo, con un comportamiento irregular, así como la complicada interacción de los diferentes procesos actuantes con las características de la roca y del emplazamiento (orientación, altitud, actividad biológica) reflejan la existencia de un sistema complejo que aún mantiene numerosos interrogantes sin respuestas claras. Por ahí van las investigaciones actuales. 

Tafoni en Castle Rock, unos 80 km al sur de San Francisco, en el condado de San Mateo (California, EE. UU.). Areniscas cuarzo-feldespáticas de la Formación Vaqueros (Oligoceno superior-Mioceno inferior). Foto: Dawn Endico 

A otras escalas, la erosión llega a crear paisajes ruiniformes singulares, como ocurre en el Torcal de Antequera (Málaga, España). Su aspecto más característico lo proporcionan las calizas más recientes que aparecen en este macizo. Son calizas del Jurásico Superior (y, en menor medida, del Cretácico Inferior), depositadas entre hace 135 y 160 millones de años, en las que se aprecian dos tipos: unas, formadas por pequeñas concreciones esféricas llamadas oolitos, dan lugar a bancos de hasta algunos metros de espesor, mientras que las otras (a menudo intercaladas entre las anteriores) son de aspecto noduloso, aparecen formando estratos de diez o veinte centímetros y proporcionan una mayor debilidad a la roca. Estas características, junto con el plegamiento y la intensa fracturación del conjunto rocoso, permitieron que el agua, al disolver las calizas, modelara de forma tan peculiar este paraje. La acción del hielo, en períodos fríos cuaternarios, también ha contribuido a su modelado. 

      Torcal de Antequera (Málaga, España). En esta zona, conocida como Torcal Alto,  se aprecia la diferencia entre la estratificación en delgados niveles de las calizas nodulosas (abajo) y los paquetes más gruesos de las calizas oolíticas, lo que confiere al paisaje una de sus características más llamativas. Este sector presenta un aspecto de pequeño altiplano, salpicado por formas kársticas de absorción (simas, depresiones, lapiaces, callejones, etc.) y amontonamientos caóticos de bloques. El "altiplano" se debe a que este sector del Torcal se sitúa en la parte superior de un pliegue en forma de champiñón que afecta al conjunto del macizo rocoso (por eso aparecen aquí los estratos horizontales). Foto: Joaquín del Val  

Tony Cragg (Liverpool, Reino Unido, 1949) es una de las voces más reconocibles del grupo al que se denominó, al inicio de la década de 1980, como Nueva Escultura Británica. Ha desarrollado un lenguaje artístico personal, muy variado y, a menudo, a través de caminos sorprendentes. La naturaleza ocupa un papel muy destacado en su obra. En palabras de Cragg: "Cuando miras la naturaleza, te das cuenta de su complejidad. Me gustaría hacer cosas que tengan el mismo efecto que la naturaleza tiene en mí cuando la miro". Tal vez por eso sus esculturas aportan visiones diferentes según la posición desde la que se contemplen y nos obligan a pensar sobre la relación del hombre con el paisaje y con la tierra. A veces, con un paisaje concreto:

                         
Eroded landscape (Paisaje erosionado), de Tony Cragg. Vidrio arenado, 252 x 150 x 150 cm, año 1998. El escritor Manuel de Lope, en su magnífico libro de viajes por España titulado "Iberia" (2003), describió así el Torcal de Antequera: "un caos de piedras amontonadas como platos de una vajilla rota






          

                                                                       
                                                                   






           


       

Testigos de la erosión

jueves, 25 de agosto de 2016

Es un incansable investigador de las posibilidades de la arcilla y de otros materiales cerámicos en su obra. Y sigue buscando nuevas formas de aplicar el color en sus esculturas de porcelana. No sólo eso: Fernando Casasempere (Santiago, Chile, 1958) es un artista que sorprende por su coherencia, originalidad y planteamientos. Rescato de él algunas frases de una entrevista en el diario chileno La Tercera (noviembre de 2015), a raíz de su primera retrospectiva, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago:

"Es cierto, gran parte de la inspiración para mi obra, sobre todo los colores y texturas, viene de mirar el paisaje chileno y especialmente el norte. Creo que es la mayor conexión que sigo teniendo con el país. Volver a casa y encontrarse con la tierra de uno siempre es un agrado".

"La inspiración viene del desierto de Atacama. La sensación de aislamiento y soledad que allá se tiene me llevó a esta obra".
   Salar I (año 2015), de Fernando Casasempere (haz clic en todos los términos en rojo para ver información relacionada). Caolín y acrílico mezclados, 55 x 75 cm. De esta serie, que por primera vez son pinturas, Casasempere ha dicho: "Salares nace de la necesidad de hablar también de la superficie de la Tierra y no sólo de su geología. El decidirme a pintar se da también en mi búsqueda constante para expandir mis propios límites". Ese mismo año expuso una serie de esculturas, en cerámica, sobre tectónica de placas  

Imagen de satélite del Salar de Atacama, en el norte de Chile, un gran lago salado de unos 3.000 kilómetros cuadrados, rodeado por las elevaciones montañosas de la cordillera de los Andes. Está situado en una de las regiones más secas del planeta: la precipitación media en el salar se estima en unos 16 mm anuales. Unos dos tercios de su superficie, en la amplia zona central, están ocupados por una costra de cloruro sódico (sal común) con intercalaciones de pequeños niveles de arcillas y limos. La salmuera existente por debajo de esta costra, alimentada subterráneamente desde los relieves circundantes, se bombea y se deja evaporar en balsas (que aparecen como pequeños rectángulos en la imagen). Estos concentrados tienen un alto contenido en boro, potasio y litio, elemento que se usa para numerosos productos: baterías recargables, teléfonos móviles, ordenadores portátiles, coches eléctricos, vidrios cerámicos, como agente espesante, etc. (el carbonato de litio tiene también aplicaciones médicas: tratamiento del trastorno bipolar). De los salares de Uyuni (Bolivia) y Atacama  se estima que se extrae más del 40% de la producción mundial de este metal alcalino. Imagen vía Zoom Earth     

La sal común, al igual que otras rocas afines (yeso, anhidrita y otras sales), se puede formar en lagos continentales, en cuencas marinas o en ambientes de transición entre el medio marino y el continental (como, por ejemplo, lagunas litorales y albuferas, depresiones en el interior de deltas, ...) siempre que se produzca una precipitación química de elementos disueltos en el agua por evaporación de esta.  En consecuencia, la mayoría de los ambientes actuales de formación de estos depósitos aparecen en zonas áridas y semiáridas con aguas someras. Aunque con excepciones: una de ellas es el Mar Muerto, un lago hipersalino que llega a superar los 300 metros de profundidad máxima. 

Cristal de sal común (o halita, mineral compuesto por cloruro sódico). La foto, realizada y facilitada por el amigo Ángel Paradas, es de un ejemplar existente en el Museo Geominero del IGME. Procede de Remolinos (Zaragoza, España)

Este año 2016 se ha publicado un descubrimiento fascinante: un equipo internacional de investigadores, encabezado por el geoquímico de origen sudafricano Nigel Blamey, ha presentado un nuevo e innovador sistema para determinar el nivel de oxígeno en la antigua atmósfera de la Tierra, midiendo directamente las inclusiones de gases atrapados durante la cristalización de la sal común. ¡Y lo han hecho en cristales de halita australiana de más de 800 millones de años! Se abren, con ello, nuevas puertas al conocimiento sobre las variaciones a escala geológica de la atmósfera terrestre y de otros planetas. Han descubierto, además, que en esa época ya existía un ambiente oxigenado en el que la vida compleja podría haber surgido y florecido antes de la gran explosión biológica del Cámbrico (de hace unos 540 millones de años). El artículo se puede consultar  aquí.

 Cristal (Cristal de sal en neón), del chileno Iván Navarro (Santiago, 1972), 90 x 41 x 6 cm, año 2012. El artista realiza muchas de sus obras con fluorescentes de neón y otros tubos luminosos, a menudo cargadas de referencias sociales y a la historia del arte. En una entrevista de 2015 dijo sobre este tipo de creaciones: "Cuando se apagan, o desenchufan, es como si estuvieran muertas o durmiendo" 

Las rocas salinas (que habitualmente aparecen interestratificadas, en diferente proporción, con niveles de otras rocas de precipitación química y con limos y arcillas) presentan algunas características que las hacen muy especiales en relación con el resto: además de una baja densidad y viscosidad, se convierten muy fácilmente en materiales de comportamiento plástico; incluso se pueden llegar a comportar como un líquido a escala geológica, con gran facilidad para moverse, especialmente si están húmedas o sometidas a elevadas temperaturas. 

Cuando los sedimentos que cubren a los cuerpos salinos son de suficiente espesor y se compactan, la menor densidad de la sal hace que se cree un sistema gravitacionalmente inestable y que la sal comience a ascender, siempre y cuando sea capaz de superar la resistencia de las rocas que están por encima. Resistencia que la sal podrá vencer si esa cubierta rocosa está debilitada por fracturas o presenta una geometría favorable para el movimiento de ascenso de la sal. Algo así como si tenemos un balón sumergido en el agua (la masa de sal) sujetándolo hacia abajo con la palma de la mano (los estratos que están por encima de la sal); al dejar de hacer presión con la mano (estratos debilitados) nuestra mano subirá con el propio balón por el empuje de este. Las estructuras geológicas que se crean así, llamados diapiros salinos, perforan y deforman los estratos que encuentran en su camino de ascenso. 

Junto a esta teoría "clásica" de formación de diapiros (comprobada a través de modelos análogos y numéricos), convive desde hace años otra interpretación que parece adaptarse mejor a ciertos diapiros. El movimiento ascendente de la sal, según esta otra explicación, se produce de forma simultánea a la deposición de los materiales que cubren la sal, sin necesidad de que el ascenso se inicie cuando la sal está cubierta por 1.500 o 2.000 m de rocas sedimentarias (como ocurre con la teoría "clásica"). El lector interesado puede consultar una buena síntesis de las investigaciones más destacadas que avalan ambas explicaciones (y de las cuestiones polémicas que aún están sin resolver) en la introducción de este artículo, escrito por Naiara Fernández y Boris Kaus, de la Universidad Johannes Gutenberg de Mainz (Alemania) y publicado en 2015 en la revista Geophysical Journal International

       
Izquierda: Modelo 3D de un diapiro salino, obtenido a partir de datos de prospección geofísica (en concreto, sísmica de reflexión). Se puede observar cómo la masa de sal, en su ascenso, ha deformado los estratos atravesados. La única manera de conocer con cierta exactitud la geometría en profundidad de los diapiros es mediante técnicas geofísicas, ya que no presentan patrones predeterminados. Imagen: Paradigm  
Derecha: Flujo (Flow), obra del año 2013 del famosísimo pintor alemán Gerhard Richter (Dresde, 1932). Laca en vidrio, montado sobre Alu Dibond, 45 x 35 cm, Catálogo razonado 934-17. En una entrevista, en relación a esta serie de pinturas denominadas "Flujo", Richter comentó: "Las pinturas abstractas me llevan bastante tiempo. Al principio me parecen bien, pero cuando vuelvo a ellas, unos días más tarde, no me convencen en absoluto. Y lo siguiente que sé es que han pasado cuatro semanas hasta que las finalizo". No creo que el pintor, para esta obra, pensara en un diapiro, aunque curiosamente son estructuras muy abundantes en su país y tradicionalmente objeto de gran interés por parte de los geólogos alemanes  

El recorrido ascendente de la sal puede ser de cientos de metros, o incluso de algunos kilómetros, no siendo raro que alcance la superficie. Y aunque la velocidad de ascenso sea muy pequeña, el tiempo geológico juega a su favor: por ejemplo, si el cuerpo salino asciende a un ritmo constante de 1 milímetro al año, en un millón de años se habrá elevado 1 kilómetro

   Irán es seguramente el país del mundo que cuenta con los tipos más variados, y mejor preservados frente a la erosión, de diapiros salinos aflorantes en superficie. Además, están muy bien estudiados por el interés de estas estructuras como trampas de petróleo. La imagen corresponde a un sector situado a unos 75 km al sur-sureste de la ciudad de Semnán, en la región conocida como Desierto de Kavir (Dasht-e Kavir) o Gran Desierto Salado. Todas las formas circulares y elípticas que se ven corresponden a diapiros, que han atravesado las capas rocosas plegadas y que se distinguen perfectamente en la imagen. Se han localizado, sólo en esta región, más de 50 grandes diapiros. Imagen del satélite Landsat 7 con sensor ETM+, perteneciente a NASA/USGS  

Capas de sal plegadas (y reflejadas en el agua) en la mina de Turda (Transilvania, Rumanía), que se realzan al mostrar un típico bandeado: los niveles más oscuros incluyen una cierta cantidad de arcilla. La sal que se explotaba aquí forma parte del diapiro de Ocna Mures-Turda. Fue precisamente un geólogo rumano, Ludovic Mrazek, quien introdujo en 1907 el término diapiro (que proviene del griego, con el significado de atravesar). Foto: Daniel Mihailescu/AFP   

El  japonés Motoi Yamamoto (Onomichi, prefectura de Hiroshima, 1966) ha adoptado la sal como su principal, casi único, medio de expresión artística. En sus instalaciones imagina laberintos, montañas, bosques, jardines flotantes, rascacielos o fuentes. En ocasiones, al finalizar sus exposiciones, invita al público a que recojan la sal de sus obras y que la devuelvan al mar; él, además, los acompaña.

Motoi Yamamoto: "Dibujar un laberinto con sal es como seguir el rastro de mi memoria. Los recuerdos parecen cambiar y desaparecer con el tiempo; sin embargo, lo que busco es capturar un momento congelado que no se puede lograr a través de imágenes o escritos. Lo que busco, al final, es dibujar lo que puede ser la sensación de tocar un precioso recuerdo". 

Jardín flotante, obra hecha con sal, de Motoi Yamamoto. Expuesta en el castillo medieval de Aigues-Mortes (sur de Francia), de mayo a noviembre de 2016
                                                                                 
 
Detalle de la obra Forest of beyond (El bosque de más allá), que Yamamoto realizó en 2011 para el museo de arte Hakone (Kanagawa, Japón). A la derecha, se ve como el artista extendía la sal con ayuda de un pequeño bote de plástico



Un puñado (de sal)

martes, 12 de julio de 2016


Sus cuadros, con el color como protagonista, son explosiones visuales llenas de fuerza y luz. Yago Hortal (Barcelona,1983) en una entrevista del año 2013: "Prefiero que el espectador descubra el concepto que él quiera y no limitarlo". Abstracciones que parecen proponer imágenes. Y que de manera involuntaria (o no tanto) me llevan a geometrías cercanas:

Pp7, de Yago Hortal (haz clic en todos los términos en rojo para ir a enlace). Acrílico en papel, 42 x 29,7 cm, año 2009. Derecha: Pliegue inclinado en Finnmark, Noruega (foto de Haakon Fossen)

Los pliegues son estructuras geológicas onduladas o curvadas como resultado de una deformación plástica, que afectan a una capa o a un conjunto de ellas. Este tipo de deformaciones, que obedecen a un comportamiento dúctil ante un esfuerzo (opuesto al comportamiento frágil, en que se generan roturas), pueden ocurrir durante la propia formación de la roca. Por ejemplo, pliegues en sedimentos blandos que se deslizan por gravedad (conocidos como slump folds, según su denominación inglesa). O los que se originan durante el flujo de lavas volcánicas: 
Colada de lava cordada, o pahoehoe. Mientras el flujo de lava avanza, la parte exterior se enfría rápidamente, formando una delgada costra en la que se puede crear una apretada sucesión de pliegues. Isla Isabela (archipiélago de Galápagos, Ecuador). Foto de Joaquín del Val
   
Amalgama (2014). Obra de Carlos Irijalba (Pamplona, España, 1979). Asfalto cortado con chorro de agua, 110 x 70 x 12 cm. Una reflexión sobre los estados de la materia en el espacio y en el tiempo. Amalgama también es, según su autor, memoria acumulativa para despejar una sucesión lineal de eventos, para cubrir un territorio o para construir uno nuevo contra la perspectiva del tiempo. O la capacidad de una sustancia opaca para olvidar

Mucho más frecuentes son los pliegues formados durante los procesos orogénicos (mediante los que se desarrolla una cadena montañosa). El análisis de su geometría, que a menudo es de gran complejidad, proporciona indicios sobre los mecanismos y condiciones de la deformación en las rocas plegadas. Y la posibilidad de descubrir episodios diferentes en la deformación, aspecto esencial para establecer la historia geológica de una región. Peter Hudleston, de la Universidad de Minnesota, y Susan Treagus, de la de Manchester, publicaron hace unos años (en la revista Journal of Structural Geology, 2010) una magnífica revisión sobre el estado del conocimiento en relación con la información que se puede obtener de los pliegues a partir de estudios teóricos, experimentales y de campo.

Pliegue invertido (o volcado) en pizarras de la Formación Formigoso  (Silúrico, entre hace 485 y 420 millones de años). Ensenada de Llumeres, Cabo Peñas (Asturias, España). Foto del blog Structural Geology, de Jorge Gallastegui Suárez 
Tectónica del espacio, 2015. Temple vinílico y rotulador de plata sobre papel, 140 x 100 cm. Ruth Morán (Badajoz, España, 1976) explicaba hace ya diez años: "La pintura es un vehículo que me revela claves sobre el paisaje, también nos da conocimiento y exploración interior. El paisaje es sustancial en la pintura que realizo, le debo mucho. Extraigo elementos que construyen este paisaje codificándolo en mi misma realidad"  

Antes de seguir, puedes ver tipos de pliegues según la inclinación de su plano axial haciendo clic aquí.  

Las rocas en superficie son, en general, frágiles. Es decir, se rompen cuando el esfuerzo al que están sometidas sobrepasa un determinado umbral (alguna excepción: la sal, si está húmeda). Para que tengan un comportamiento dúctil -y, por tanto, se plieguen- se necesitan presiones y temperaturas mucho mayores, las cuales se alcanzan en profundidad. En la corteza continental -aunque variable según el tipo de roca, la presencia de agua u otros fluidos y la magnitud del esfuerzo- la respuesta frágil se produce hasta una profundidad de unos 12 km. Es en esta franja donde se producen sobre todo fallas y fracturas. Por debajo de los 15-20 km ya domina lo dúctil, la zona de los pliegues. Y entremedias de ambas se sitúa la zona de transición frágil-dúctil, en que pueden presentarse ambos tipos de comportamientos. 

A medida que, con la profundidad, se van incrementando las presiones y, sobre todo, las temperaturas, las rocas pueden llegar a responder ante los esfuerzos de forma parecida a como lo hacen los cuerpos viscosos: los pliegues van perdiendo sus patrones geométricos y adquieren un aspecto irregular, incluso caótico, como si hubieran llegado a fluir. Y en realidad lo hacen. 


             Izquierda: Pliegue/Falla VII, del artista portugués Paulo Arraiano (Cascais, 1977). Acrílico sobre lienzo, 120 x 100 cm, año 2015. 
Derecha: Plegamiento de carácter fluidal en migmatitas. Las migmatitas son rocas intermedias entre las metamórficas y las "graníticas", con rasgos de ambas. El granito (colores claros) se generó por fusión de una parte de la roca metamórfica (colores oscuros), debido a las altas temperaturas alcanzadas. El granito, cuando aún estaba fundido, respondió a los esfuerzos existentes con estos pliegues fluidales (Indian Peaks Wilderness, Colorado, EE.UU.). Foto de Jesse Varner


La elaboración de modelos análogos (o modelos analógicos; también llamados modelos de laboratorio y modelos físicos) es una técnica mediante la que se reproducen estructuras geológicas reales a escala reducida. Se han convertido en una herramienta básica para relacionar observaciones geológicas con las interpretaciones que se hacen de las mismas, así como para comprender mejor dichas estructuras y estudiar cómo evolucionan en el tiempo. Hace poco más de dos siglos, en 1815, el geólogo británico James Hall realizó los primeros modelos para explicar el origen de los pliegues que había observado en la costa sureste de Escocia. Desde entonces, la utilización de este tipo de modelos no ha cesado de contribuir a la mejora del conocimiento de las deformaciones en las rocas (pliegues, fallas, fracturas) y de otros fenómenos geodinámicos que afectan a la corteza y a la litosfera terrestres. 

El éxito (o el fracaso) de un modelo análogo depende del correcto (o incorrecto) establecimiento de las bases del modelo (materiales utilizados, espesor de los mismos, dispositivos con los que se configura el modelo, etc.) para que guarde semejanza con lo observado en la naturaleza, a través de criterios o reglas de proporcionalidad. Para ello es imprescindible un buen conocimiento geológico de lo que se pretende modelizar. En este modelo, realizado con diferentes materiales viscosos y plásticos derivados de la silicona, se pretendía analizar el efecto de la aplicación de un esfuerzo a un conjunto de rocas estratificadas sobre un sustrato muy dúctil y la consecuente formación de pliegues y su evolución a lo largo del tiempo. El modelo fue realizado por los investigadores canadienses Chris Yakymchuk, Lyal B. Harris y Laurent Godin. Publicaron sus resultados en el año 2012 en la revista International Journal of Earth Sciences     


Los modelos análogos son enormemente variados en cuanto a objetivos y planteamientos, escalas y materiales y dispositivos utilizados. También lo son las técnicas de registro de datos y visualización de los modelos, que son necesarias para el análisis cualitativo y cuantitativo de los resultados obtenidos (y para comunicarlo a otros colegas, como es lógico en ciencia). Una de esas técnicas es la tomografía computarizada (TC) de rayos X, que se viene utilizando en medicina desde la década de 1970 (sí, lo que también se llama TAC, o escáner TAC, iniciales de "tomografía axial computarizada"). Este método también se utiliza en paleontología, arqueología, biología o en ciencias de los materiales, ya que permite obtener imágenes de secciones de un objeto (sin romperlo, claro) y, posteriormente, crear una figura tridimensional. En nuestros modelos análogos de deformación pueden ser muy útiles para obtener imágenes mientras se realiza el experimento (= evolución en el tiempo) y, en cualquier caso, visualizar el resultado final sin tener que cortar el modelo en rebanaditas para ver su interior.      

     El anticlinal del Balzes (Sierra de Guara; Huesca, España) es un pliegue de 17 km de largo, con eje convexo y una pronunciada curvatura en planta, de gran interés geológico. Es la estructura plegada más meridional de las Sierras Exteriores pirenaicas. La investigación fue llevada a cabo por científicos del IGME, de la Universidad de Zaragoza y del Departamento de Radiología del Hospital Royo Villanova, de esa misma ciudad (publicado por María José Ramón y colaboradores en la revista Tectonophysics, en 2013). El objetivo: comprobar la utilidad de la tomografía computarizada (TC) de rayos X para comprender ciertas características que aparecen en pliegues complejos, como este. El modelo análogo, posteriormente escaneado mediante TC, se realizó con láminas de un plástico llamado acetato de etilenvinilo, más conocido como goma Eva. Es un material muy flexible y resistente, además de ligero y fácil de cortar y de moldear con calor (se usa en calzado, juguetes, artículos para el hogar y, cómo no, para esas deprimentes cosas que llaman "manualidades")  


Ductil compression 9, obra del artista estadounidense Joshua Goss. Acero inoxidable, acero dulce y bronce, 91 x 203 x 9 cm. Año 2015

Ductil compression 9 (detalle). Joshua Goss usa técnicas de forja para simular procesos y realizar transformaciones. Ha dicho sobre su obra: "Las teorías de la evolución de la Tierra se basan en hipótesis y en observaciones objetivas. La investigación sobre materiales básicos, flexibles y transferibles, impregna mi conocimiento de la Tierra y de los procesos que ocurren en su interior"   


Los pliegues, estructuras muy comunes en rocas deformadas, aparecen a todas las escalas: desde el orden del micrómetro (una micra es la milésima parte de un milímetro) hasta dimensiones de cientos de kilómetros. Y, curiosamente, podemos encontrar geometrías iguales y mecanismos de formación idénticos, con independencia de su tamaño. 

  Foto de micropliegues, realizada con una cámara acoplada a un microscopio óptico de luz polarizada (un microscopio petrográfico). Los micropliegues aparecen en una filita, un tipo de roca metamórfica de grano fino. Imagen Copyright Bernardo Cesare  
                           
Grandes pliegues en el sur de Argelia (imagen de Google Earth, 2007)

Geometrías que se repiten a diferentes escalas, modelos análogos que tienen su fundamento en ello, artistas que lo recrean, sin querer o queriendo, en su obra... Próxima lectura: La geometría fractal de la naturaleza (Tusquets Editores, 1997), del matemático de origen polaco Benoît Mandelbrot




  
     

Dúctil

jueves, 2 de junio de 2016

Trabaja con continuas referencias a diferentes tradiciones artísticas, estilos y movimientos. En 2008, coincidiendo con su traslado de domicilio de Nueva York a la pequeña localidad de Hudson, comenzó a pintar sobre tablones de madera y secciones de troncos. Nacido en 1966 (en Jackson, estado de Michigan, EE.UU.), Jason Middlebrook afirmaba, en una entrevista de 2013, que ha pasado años de exploración intentando encontrar el espacio entre la escultura y la pintura. Antes había dicho: "A veces pienso que la madera es tan hermosa que es casi imposible hacer arte sobre ella".
      Drawing Time, de Jason Middlebrook (clic en los términos en rojo). Acrílico sobre madera de arce, 76,2 x 94 x 3,8 cm. Año 2015

Madera transformada por abstracciones pictóricas; o por el cambio de su propia materia, como aquí:
   Sección pulida de madera petrificada de una gran conífera (69 x 49 cm), procedente de Asia, del final del Triásico (hace unos 200 millones de años) 

La madera petrificada se forma cuando la materia orgánica del árbol se sustituye por determinadas sustancias minerales. Para que esto ocurra, el árbol debe ser enterrado mientras está vivo o inmediatamente tras su muerte, ya que el oxígeno del aire causa muy rápidamente su descomposición y evitaría su transformación mineral. Tras el enterramiento, es necesaria la existencia de agua subterránea con minerales disueltos y que esta agua se infiltre en la madera. 

Durante el proceso, el agua fuertemente mineralizada va rellenando los espacios porosos de la madera (tejidos conductores, radios y espacios intercelulares)  y el mineral precipita sobre esos huecos y sobre los propios tejidos celulares, en un mecanismo conocido como permineralización. Como el proceso funciona acorde con las variaciones en permeabilidad de la propia madera, y ésta se encuentra condicionada directamente por su estructura, el resultado refleja la anatomía original del árbol. La madera, en definitiva, se comporta como si fuera una plantilla sobre la que se depositan las capas minerales. En otras ocasiones lo que se produce es un reemplazo directo, a escala molecular, de la materia orgánica por el precipitado mineral: el agua mineralizada disuelve la materia orgánica y la sustituye por el precipitado, de una forma tan perfecta que se llega a conservar ¡hasta la estructura celular original de la madera!

Estos dos mecanismos de transformación, que en ocasiones parecen actuar de manera combinada, son en detalle sumamente complejos y están, aún hoy, sometidos a interesantes debates y discusiones. 
          Secciones transversales de alcornoque y pino rojo y de un tronco fósil silicificado de conífera, el mismo de la foto anterior. He situado en ellas los principales elementos anatómicos y la función que realizan. Además de los elementos señalados (que no son todos y que, tal como se ve, son mucho más fáciles de diferenciar en el alcornoque), en las tres secciones se aprecian con claridad los anillos de crecimiento

           Sección pulida de tronco de abeto silicificado de 17 x 16 cm, del Mioceno medio (de alrededor de 12 millones años). Sunnyside (estado de Washington, EE.UU.). Foto de Wolfgang Putz

Aunque la petrificación de la madera puede producirse con varias sustancias minerales, la más común de todas es la sílice. Por dos motivos: en primer lugar, porque el enterramiento efectivo de los árboles necesita de episodios súbitos en que se incorpore gran cantidad de sedimentos en poco tiempo, como ocurre con los depósitos volcánicos y los generados por la dinámica fluvial en llanuras de inundación y deltas, sedimentos que son capaces de aportar la sílice necesaria al agua subterránea. Y, en segundo lugar, por la elevada capacidad de la celulosa, la hemicelulosa y la lignina, principales componentes químicos de la madera, de atraer la sílice a partir de soluciones acuosas y facilitar su precipitación (sea como ópalo, calcedonia, cuarzo o como cualquier otra variedad mineral de la sílice). 

      Estructura macroscópica en una sección pulida de Hermanophyton, un género extinguido del grupo de las gimnospermas (al que pertenecen, entre otras, las coníferas: pino, cedro, abeto, araucaria, ciprés, etc.). Este tronco silicificado, de 9,5 x 10,5 cm, es del final del Jurásico (unos 150 millones de años) y procede de Cortez, Colorado (EE.UU.). Sobre una foto de Wolfgang Putz he situado sus principales rasgos anatómicos, según criterios de Mike Viney. Su curiosa anatomía ha llamado la atención de estudiosos y coleccionistas, con esa peculiar disposición del xilema en segmentos con forma de cuña 

¿En cuánto tiempo se produce la silicificación de la madera, la forma más corriente de mineralización y preservación de los árboles en el registro fósil? ¿Millones de años? ¿Cientos de miles de años? Los indicios apuntan a que el fenómeno puede ser mucho más rápido: se han documentado incipientes silicificaciones en árboles enterrados por depósitos volcánicos de erupciones ocurridas a finales del siglo XIX, como en el Monte Santa Elena (estado de Washington, EE.UU.), en el Parque Nacional de Yellowstone (estados de Wyoming, Montana e Idaho) o en Nueva Zelanda. 

Un interesante estudio experimental, llevado a cabo por investigadores de varias universidades alemanas y publicado en la revista Geochimica et Cosmochimica Acta (Ballhaus y colaboradores, 2012), aclara algo más al respecto. En laboratorio replicaron las reacciones que ocurren en la naturaleza cuando los árboles quedan cubiertos por depósitos piroclásticos, trabajando con agua caliente enriquecida en sílice y diversas muestras de madera de abeto. Y, aunque reconocen que el experimento simplifica las condiciones que se dan en los complejos sistemas naturales (esta afirmación es una obviedad aparentemente innecesaria, pero así lo dicen), han concluido que con él se respalda la idea de que la silicificación completa de un árbol puede llevarse a cabo en escalas temporales de sólo miles de años. Concretamente, con uno de los dos modelos que consideraron de penetración de la sílice en la estructura de la madera, obtuvieron un resultado de unos 3.600 años. 

Uno de los mecanismos que está también involucrado en la creación de la madera silicificada es la recristalización de la sílice. La fijación inicial de la sílice en la estructura de la madera se suele producir a través de variedades amorfas, no cristalinas, como es el ópalo. El mismo que nuestros amigos alemanes del experimento obtuvieron en sus pruebas. Pero el ópalo, en la naturaleza, se acaba transformando en otras variedades minerales más estables, como la calcedonia o el cuarzo (que, estas sí, son cristalinas). De hecho, si analizamos maderas fósiles de hace más de 30 o 40 millones de años, se observa que sus principales componentes son la calcedonia y el cuarzo, mientras que el ópalo predomina en los árboles fósiles más jóvenes.Y este mecanismo de recristalización, por el que se pasa de unas variedades minerales a otras más estables, se ha venido tradicionalmente considerando como un fenómeno muy lento, del orden de decenas de millones de años. Aunque no parece que siempre sea así: si la transformación del ópalo en cuarzo se produce en ambientes hidrotermales (con fluidos calientes, muy a menudo asociados a regímenes volcánicos), en determinadas condiciones este periodo se puede acortar de forma espectacular hasta menos de 50.000 años, tal como ha puesto de relieve George Mustoe, de la Universidad Western Washington, uno de los más destacados investigadores en el proceso de silicificación de la madera.

Árboles aislados o formando auténticos bosques de piedra, con magníficos ejemplos en diferentes partes del mundo. Como estos, entre otros muchos:
            Bosque petrificado en la isla de Lesbos (Grecia). Se generó como consecuencia de la intensa actividad volcánica al norte del Egeo, hace unos 20 millones de años (Mioceno). Forma parte de la Red Global de Geoparques de la UNESCO, con el nombre de Geoparque de Lesbos 
                   
Parque Nacional del Bosque Petrificado (Arizona, EE.UU.). Los árboles se encuentran en una unidad geológica compuesta por capas de areniscas y lutitas (rocas de grano fino, con partículas de tamaño limo y arcilla) de origen volcánico. Se formaron en el Triásico Superior, hace unos 210 millones de años (foto de Alexander Morozov)

Tronco fósil en Hacinas, localidad situada en la comarca de Salas de los Infantes (Burgos, España). En la zona se han encontrado numerosos ejemplares, ligados a antiguas llanuras deltaicas formadas entre hace 110 y 130 millones de años (Cretácico Inferior). La posición de la península ibérica en esa época puede verse haciendo clic aquí 

Vista parcial del tronco fósil, de 17 metros de longitud, exhibido en el Centro de Visitantes El Berrocal (Almadén de la Plata, Parque Natural Sierra Norte de Sevilla, España). Se trata de una conífera, posiblemente una araucaria. Su enterramiento se produjo por depósitos volcánicos, hace unos 300 millones de años (Carbonífero superior). La posición en que se situaban los terrenos que albergaron a este y a otros árboles de la época puede verse aquí      

Y también son árboles, esta vez de madera, los que David Nash convierte en creaciones que conservan su esencia original y a los que otorga nuevos significados (o nuevos interrogantes, quién sabe):

    Three Butts (Tres colillas), de David Nash, 2012. Troncos de eucalipto cortados y parcialmente quemados (foto: Walter Menzies)

Oculus Block (2012), de David Nash. Unión de dos tocones de eucalipto (fotos: The Times y Bonnie Alter). Nash aparece de escala en una de las fotos

Dice David Nash (Esher, Reino Unido, 1945): "Llevo toda mi vida trabajando con la madera y, aunque he decidido explorar otros materiales, siempre vuelvo a ella con una veneración especial". Sus esculturas, realizadas con árboles muertos, buscan el equilibrio entre el propio material y el lugar en que se van a colocar. Para él, seguramente, la madera es la vida en la que casi nunca nos fijamos. 

Con madera, o con productos elaborados a partir de ella, el brasileño Henrique Oliveira (Ourinhos, estado de Sao Paulo, 1973) fabrica árboles exuberantes y portentosos, o imaginaciones que los suplantan, y que siempre evocan la explosión de la naturaleza.
    Transarquitectónica (2014), de Henrique Oliveira. Museo de Arte Contemporáneo (Sao Paulo, Brasil). Madera, brics, barro, bambú, PVC, contrachapado de madera, ramas de árbol y otros materiales. Dimensiones: 5 x 18 x 73 metros  

 Xilonoma Chamusquius (2010), de Henrique Oliveira. Contrachapado de madera quemado y pigmentos, 3,3 x 4,4 x 0,9 m

Estoy leyendo un libro que recoge varios ensayos de Arthur C. Danto, filósofo y crítico de arte. En uno de ellos, titulado Kant y la obra de arte, he subrayado hace un rato: "Hoy el arte puede hacerse de cualquier cosa, con cualquier cosa, y para presentar ideas de cualquier signo. Esta evolución pone grandes presiones interpretativas sobre los espectadores, a la hora de comprender la forma en que el espíritu del artista se comprometió a presentar las ideas que le preocupaban" (Qué es el arte, página 129. Editorial Paidós, 2013).   

Acabo con María Ortega Estepa (Córdoba, España, 1983), cuya obra me sirvió como arranque e idea inicial para esta entrada. En el catálogo de su proyecto expositivo Mapping-me (2014), donde incluyó las dos obras que aparecen abajo, cuenta: "El árbol es un elemento iconográfico persistente en mi trabajo, lo concibo como un monumento de los siglos que no vivimos. Única ordenación de tiempo y espacio, completando la metáfora del topógrafo que ahora conforma la savia del árbol". Color, memoria, cartografía, troncos, anillos, raíces (explosión de pensamientos y felicidad).
  
 Mapping-me: La escasez, de María Ortega. Acrílico y lápiz sobre madera, 20 cm de diámetro

  De la serie Paisajes de mil vidas, de María Ortega. Serpentinas de papel, madera. Medidas variables


Es madera, fue madera