domingo, 1 de mayo de 2016

Nada de ligereza o vacío. Sus obras, al contrario, pretenden mostrar la fuerza de la naturaleza, el tiempo grabado en las piedras que talla. Tiempo geológico como una pista que ayude a situarnos en el dónde y en el por qué. La escultora Emily Young, nacida en Londres en 1951, cincela rostros humanos en rocas que deja parcialmente sin tocar, buscando la relación entre el mundo de los vivos y la aparente naturaleza muerta del material con el que esculpe. Dice: "Veo mi trabajo como una conversación que mantengo con una roca, un proceso de eliminación hasta que llego a algo que considero aceptable".
    Selene, de Emily Young. 90 x 192 x 108 cm, 2011 (clic en los términos en rojo para enlace)

Varias de estas monumentales cabezas, algunas con un peso superior a las cuatro toneladas, las expuso bajo el título "Metafísica de la piedra". Las que aparecen a continuación, al igual que la anterior, están esculpidas en travertino
 Emily Young, con una de sus esculturas (The New York Times, 23 de octubre de 2014, foto de Annie Hanson)

Los bloques de travertino que ha utilizado proceden de canteras abandonadas del sur de Toscana, Italia, donde vive parte del año. En concreto, de una zona próxima al Monte Amiata, un volcán extinto que tuvo sus principales fases de actividad entre hace 190.000 y 300.000 años. 
 

Heraclitus (92 x 57 x 30 cm) y Time Boy (170 x 114 x 124 cm). Emily Young, 2011

El término travertino es sin duda ambiguo, ya que se ha utilizado con distintos significados, aunque todos ellos para designar a unos tipos de rocas calizas, a veces muy porosas, formadas por precipitación en manantiales y ríos (también por flujos y goteos en el interior de cuevas) a partir de aguas cargadas en bicarbonato de calcio disuelto. Y el enriquecimiento en bicarbonato cálcico está provocado, generalmente, porque esas aguas han atravesado otras rocas calizas.

La palabra travertino deriva de la expresión latina Lapis Tiburtinus: piedra de Tibur, por el antiguo nombre de la ciudad que hoy se conoce como Tívoli, a unos 30 km al este de Roma. Allí se encuentran las canteras que se han explotado desde el siglo II antes de nuestra era (y que se siguen explotando en la actualidad), de las que se obtiene el clásico travertino romano. Algunas de estas canteras proporcionan una roca de blanco-amarillenta a beige, muy dura y compacta, mientras que de otras se extrae un travertino blanquecino, poroso y más blando.
          
Dos monumentos realizados con el travertino romano más poroso y blanco: el Coliseo y la columnata de Bernini, en la Plaza de San Pedro (Roma)

Muestra pulida de travertino romano, de color beige. Comercialmente, al travertino pulido se le denomina con cierta frecuencia "mármol travertino" (no es un mármol en sentido estricto, ya que este término se debe aplicar a rocas calizas que hayan sufrido metamorfismo). Aunque, todo hay que decirlo, la palabra "mármol" tiene su origen en el griego, con el significado de "brillar", y así lo utilizaban los antiguos griegos para designar a todo tipo de rocas pulidas de uso decorativo

     Otra muestra de travertino pulido, procedente de Italia. Para mayor confusión: los travertinos con bandas de colores contrastados, como el de la foto, también se comercializan como "mármol ónix", o solamente como "ónix" (sin embargo, el ónix u ónice es un mineral de sílice, una variedad de cuarzo de aspecto bandeado). Otro nombre, que han usado especialmente arqueólogos para designar a travertinos similares a éste, es el de "alabastro calcáreo" o "alabastro oriental" (recordemos que el alabastro es una variedad del yeso, microcristalino y traslúcido). En fin, con los nombres nos vuelven locos

Olvidando las denominaciones comerciales y volviendo a las de carácter científico, desde los años 90 del siglo pasado se han vuelto a reconsiderar los términos para designar a estas rocas calizas formadas en medio terrestre (llamadas también calizas secundarias). Así, el travertino en sentido estricto se corresponde con una roca poco porosa, organizada en capas paralelas y -sobre todo- en finas láminas que a veces sólo se distinguen al microscopio, en la que predomina un cierto grado de cristalinidad.

La toba calcárea designa a una roca, muy porosa y esponjosa, de aspecto masivo y con abundantes restos y moldes de plantas (algas, musgos, helechos y otros organismos vegetales macro y microscópicos), e incluso fósiles de invertebrados. Por el contrario, los travertinos, aunque presentan fósiles, lo hacen en mucha menor cantidad y diversidad; y, con cierta frecuencia, la presencia biológica llega a reducirse exclusivamente a microorganismos (cianobacterias y otras bacterias y organismos microbianos). Un último grupo de carbonatos secundarios son los formados en el interior de las cuevas (estalactitas, estalagmitas, etc.), a los que se denomina, ya desde hace tiempo, espeleotemas.

Cantera de travertino en Tívoli (Italia, cerca de Roma) y afloramiento de toba calcárea en Torremolinos (Málaga, España). En estos dos ejemplos se aprecia la diferencia entre la organización en bandas y láminas de los travertinos frente a la estructura esponjosa y de aspecto masivo que tienden a proporcionar las tobas. A veces las diferencias no son tan claras y hay marcadas convergencias entre unos y otras. Además, algunas tobas calcáreas, si han adquirida suficiente dureza y cristalinidad a través de procesos posteriores a su sedimentación, pueden ser también pulidas y utilizadas como rocas ornamentales

Y ahora viene lo mejor. Tanto las rocas esculpidas por Emily Young como el clásico travertino romano (y el resto de travertinos) tienen una característica común relacionada con su génesis: se han formado a partir de surgencias termales, muy frecuentemente asociadas a regímenes volcánicos. Por ello, estas aguas, de templadas a calientes (siempre por encima de la temperatura ambiental), es habitual que contengan ciertas cantidades de sulfatos, lo que limita enormemente el desarrollo de vida sobre ellas: de ahí la escasa presencia de fósiles de organismos de cierta complejidad en los "auténticos" travertinos, sobre todo cuando al contenido en sulfatos se añaden unas temperaturas  especialmente altas del agua.
   
Dos ejemplos de calizas secundarias que están actualmente en proceso de formación: el travertino de Pamukkale (Turquía) da lugar a un auténtico "desierto blanco", que contrasta con la frondosa vegetación instalada en una zona en la que se está generando una toba calcárea, en este caso en las cascadas del Huéznar (Parque Natural Sierra Norte de Sevilla, España). En Pamukkale ("castillo de algodón", en turco) el agua tiene un alto contenido en sulfatos y surge a unos 35º C a través de cuatro manantiales, localizados a lo largo de una falla (la falla de Pamukkale)

En definitiva, la temperatura del agua en que se forman es el principal argumento que se ha utilizado para diferenciar los travertinos de las tobas calcáreas. Con ello, se pretende orientar sobre los distintos ambientes en que se han generado y, en lo posible, sobre las características de las rocas resultantes. Tarea nada fácil: sobre todo, por la gran variabilidad de condiciones locales en que se crean ambos tipos de rocas. 

Las propuestas artísticas de Elena Damiani (nacida en 1979 en Lima, Perú) son bien distintas a las de Emily Young, pero comparten su interés por el tiempo y por la Tierra. Elena reconoce que la mayor parte de su trabajo fluctúa entre un pasado indeterminado y el presente. Y siempre con el paisaje como un patrón recurrente que la permite, según sus palabras, elaborar una poética sobre el territorio.
          Tiempo perdido, de Elena Damiani (2015). Travertino tallado y pulido a mano, ónix, resina y acero inoxidable
Con esta obra, Damiani quiere llamar la atención sobre la naturaleza discontinua del tiempo, mostrada a través del propio travertino y de su forma de disponerlo (como si fueran testigos de sondeos colocados de forma contigua). Para, así, crear una secuencia en que las interrupciones, precisamente, son las claves. Testigos que hablan de la continuidad y la ruptura, dos realidades de la historia de la Tierra... pero no sólo. 
 
Detalles de Tiempo perdido (Elena Damiani, 2015). Esta obra formó parte de su trabajo "Testigos: un catálogo de fragmentos", que se expuso en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, MUAC (Ciudad de México) entre septiembre de 2015 y febrero de 2016

Por cierto, el travertino de las canteras de Tívoli, el famoso Lapis Tiburtinus, comenzó a depositarse hace unos 115.000 años y finalizó hace 30.000, según las dataciones radiométricas realizadas por Faccenna y colaboradores, de la Universidad Roma Tre, publicadas en 2008. Una roca muy joven. De hecho, la gran mayoría de travertinos existentes en el mundo pertenecen al Cuaternario (menos de 2,6 millones de años). En periodos anteriores son muchísimo menos frecuentes debido tanto a su baja capacidad de preservación frente a los procesos erosivos, habituales en ambientes terrestres, como al reducido espesor y extensión de sus dispersos afloramientos. 


Emily y Elena, con la misma piedra

martes, 5 de abril de 2016

Dice que trabaja con las formas básicas: el cuadrado, el círculo y el triángulo, que son las formas que nos acompañan toda la vida. Al artista mexicano Vicente Rojo, nacido en Barcelona en 1932, los triángulos le inspiraron para hacer sus Pirámides y de allí pasó a los volcanes. "El volcán es la contradicción entre la belleza y el dolor. Es el origen. Y es el triángulo". Pero no sólo. En la serie que realizó, entre 2000 y 2005, titulada Volcanes construidos, el círculo no podía faltar.

Cráter B (año 2004), de Vicente Rojo. Lienzo sobre bastidor de madera de pino, con esferas de corcho blanco y conos de madera adheridos; recubierto con pintura acrílica, ceniza volcánica del Popocatépetl y arena de playa de Cancún (190 x 190 cm, 64 kg). Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México

   Cráter del Popocatépetl, el 24 de enero de 2002 (foto de la Secretaría de Comunicación y Transporte de México). El cráter presenta una forma aproximadamente elíptica, con un eje mayor de unos 800 m y un eje menor de unos 600 m. En su interior se aprecia un domo de lava (elevación en forma de cúpula, compuesta por lavas viscosas que se acumulan sobre la boca eruptiva). El domo, de unos 180 m de diámetro y 50 m de altura, se creó el día anterior. En abril de ese mismo año, creció otro domo sobre éste y ambos fueron destruidos totalmente por la actividad volcánica el día 15 de mayo de 2002

Otros muchos artistas, al igual que Vicente Rojo (haz clic en los términos en rojo para ir al enlace), se han sentido fascinados por el volcán Popocatépetl. Tanto es así que, en el año 2005, el Museo del Palacio de Bellas Artes de México organizó una exposición con más de 400 obras dedicada al Popocatéptl ("el monte que echa humo", en lengua náhuatl) y al Iztaccíhuatl ("la mujer blanca"), otro volcán situado unos kilómetros al norte.

Uno de los pintores que más veces retrató el Popo fue el extravagante y polémico Dr. Atl (seudónimo de Gerardo Murillo, Guadalajara, Jalisco, 1875 - Ciudad de México, 1964). Maestro de los muralistas Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera, fue un fanático de los volcanes, especialmente del Popocatépetl, el Iztaccíhuatl y el Paricutín, volcán que nació en el año 1943 y al que Atl siguió de cerca, los tres protagonistas de muchas de sus obras. Sus cuadros son a menudo intensamente coloristas, con un peculiar estilo a mitad de camino entre el realismo y un expresionismo efectista. He preferido, sin embargo, rescatar de él un dibujo poco representativo de su obra.Tal vez porque,  despojado de color y escueto en sus líneas, nos remite a la esencia del volcán. Sin distracciones.

Popocatépetl (sin fecha), de Dr. Atl. Dibujo sobre papel (21 x 25,4 cm). Colección de dibujos y grabados de GM México

Marsden Hartley (1877-1943), primer gran pintor moderno estadounidense del siglo XX, pasó largas temporadas en Europa y sintetizó en sus obras el cubismo con otros movimientos de vanguardia. Realizó fantásticos cuadros de paisajes, sobre todo de Nuevo México. Pero no sólo:

 Popocatépetl, Spirited Morning (año 1932), de Marsden Hartley. Óleo sobre madera (63,5 x 73,7 cm). Smithsonian Art Museum, Washington 

El volcán Popocatépetl (5.426 m sobre el nivel del mar) está situado a unos 75 km al sureste de la Ciudad de México, a unos 40 km al oeste de Puebla y a 60 km al este de Cuernavaca. Es un estratovolcán (un gran volcán formado por sucesivas erupciones de lava y depósitos piroclásticos), que ha tenido una larga y compleja historia, ya que el cono volcánico actual se emplazó hace unos 23.000 años sobre los restos de otros dos volcanes anteriores. Tras el colapso del primero de ellos (¿200.000 años?) y la subsiguiente formación de una caldera de hundimiento, sobre ella comenzó a emerger el segundo volcán, que colapsó a su vez tras otra gran erupción. A partir de entonces se ha ido construyendo el cono actual.

Esquema de los distintos tipos de materiales arrojados por un volcán (según el Laboratorio Magmas y Volcanes, Observatorio de Física del Globo de Clermont-Ferrand). Los depósitos piroclásticos se producen por dos grupos de mecanismos: a) caídas de fragmentos de distinto tamaño (de menor a mayor: cenizas, lapilli y bombas o bloques); b)  flujos piroclásticos (nubes de gas y materiales sólidos que se desplazan a ras del suelo)

El volcán estuvo prácticamente sin actividad entre 1927 y diciembre de 1994. Desde entonces, con intermitencias, no ha cesado de mostrar su dinamismo. Su actividad explosiva se ha manifestado a través de varios episodios, a los que se ha podido seguir su huella a través del registro geológico. La más reciente de estas grandes erupciones es de hace unos 1.100 años. La mayor, de hace unos 17.000.  

Depósitos de la erupción pliniana del Popocatépetl conocida como "Tutti Frutti" (nombre gracioso, pero bien sugerente).Ocurrió hace unos 17.000 años y la columna eruptiva llegó a alcanzar una altura máxima de cerca de 44 km, según un trabajo de Sosa-Ceballos y colaboradores, publicado en 2012. En la foto de la izquierda, según estos mismos investigadores, los niveles señalados como 1, 2 y 4 corresponden a depósitos piroclásticos de caída, mientras que el nivel 3 representa un depósito de flujo piroclástico (los niveles existentes por encima del 4 son cenizas de erupciones más recientes). En la foto de la derecha, asistentes a un congreso internacional celebrado en 2004 en el estado de Puebla, titulado "Neogene-Quaternary Continental Margin Volcanism", al parecer muy entusiasmados observando el afloramiento de "Tutti Frutti" 

La figura (ver de nuevo el esquema de más arriba) ilustra también sobre uno de los contextos en que se generan los volcanes: el denominado como arco volcánico continental, en que una placa oceánica subduce bajo una continental. Una situación análoga a la que ha dado lugar a la Faja Volcánica Transmexicana (FVTM), donde se ubica el Popocatépetl. Aunque nuestro caso es mucho más complejo, ya que son dos placas oceánicas, Cocos y Rivera, las que se sumergen bajo una placa continental (Norte América). Y, además, las dos placas oceánicas subducen con distinta velocidad y diferente ángulo de inclinación bajo la placa norteamericana (lo que ha dado lugar a una gran complejidad geológica y volcánica en esta zona, con ciertas peculiaridades que la diferencian de otros arcos volcánicos).
           El Popocatépetl en relación con la Faja Volcánica Transmexicana (FVTM) y los límites de placas. La situación de los volcanes (pequeños triángulos rojos) procede del Global Volcanism Program (Smithsonian Institution), mientras que el modelo de límites de placas se ajusta al propuesto por Bird en 2003. Los nombres de las placas aparecen en color naranja. Las flechas blancas y los números que hay en ellas indican las direcciones y velocidades de convergencia actual (en mm/año) en la Fosa Mesoamericana, que he añadido con datos de investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ferrari y colaboradores, 2011)  

Cuando Malcolm Lowry vivió en Cuernavaca, el Popo no humeaba. Seguramente por ello tampoco aparece humeante en las magníficas litografías que realizó el pintor mexicano Alberto Gironella (1929-1999) para la ilustración de la novela Bajo el volcán. Gironella dijo de sí mismo: "Soy un escritor frustrado". Pero supo, como pocos, arrancar imágenes escondidas en la literatura. 
Dos litografías de la serie titulada Bajo el volcán, de Alberto Gironella (1991)

Y el Popo seguirá, por mucho tiempo, siendo el monte que echa humo.

  Nubes eruptivas de vapor de agua y cenizas, arrojas por el Popocatépetl el día 25 de abril de 2012 (foto de Ronaldo Schemidt, AFP Photo)




El monte que echa humo

martes, 22 de marzo de 2016


El mapa como punto de partida, motivo, excusa o reflexión. La visión que el artista tiene del mundo, de su propio mundo, de sus relaciones con él. La base para narrar historias en el espacio. Lo personal y nuestra posición enfrentada a lo que nos rodea. Símbolos y lenguajes que se acercan al paisaje. Recuerdos. Metáforas visuales.
En los años 60 y 70 del siglo pasado muchos artistas norteamericanos y europeos comenzaron a usar los mapas en sus creaciones o a inspirarse en ellos: Alighiero Boetti, Marcel Broodthaers, Nancy Graves, Robert Smithson, Agnes Denes, Jasper Johns,... (haz clic en los términos en rojo para enlaces).


Arriba, la obra de Nancy Graves titulada "Región Fra Mauro de la Luna" (1972), perteneciente a la serie Litografías basadas en mapas geológicos del programa Lunar Orbiter y los sitios de alunizaje del Apolo. Abajo, fragmento del mapa geológico de la cara próxima de la Luna, centrado en la región Fra Mauro (1971, NASA y USAF Aeronautical Chart and Information Center, a escala original 1:5.000.000)



Arriba, "Map" (1961), de Jasper Johns. Las dos imágenes de abajo son fragmentos, extraídos con distinto nivel de detalle, del mapa geológico de Norte América (escala 1:5.000.000), editado por la Sociedad Geológica de América en 2004

Una de las características más llamativas de los mapas geológicos son sus colores: cada uno de ellos representa una diferente unidad geológica (un tipo de roca o conjunto de rocas de un determinado rango de edad). Las unidades geológicas se definen y nombran de acuerdo a las investigaciones, muchas de ellas directamente realizadas sobre el terreno, de las rocas y su edad. Con posteriores reconocimientos y datos adicionales, se pueden llegar a delimitar nuevas unidades geológicas y diferentes interpretaciones, lo que constituye la base para un mejor conocimiento de la geología de un área determinada y, en definitiva, para el progreso científico. Por ello, los mapas geológicos reflejan el conocimiento del equipo que los ha realizado en el momento en que se acometen. Además de los colores, los mapas geológicos incorporan líneas y diferentes signos convencionales propios, una leyenda cronoestratigráfica (que ordena en el tiempo las unidades geológicas cartografiadas) y, a menudo, cortes geológicos y otros esquemas. 




Fragmentos de mapas geológicos. De arriba abajo, editado por Instituto Geológico y Minero de España (2011), Istituto Nazionale de Geofisica e Volcanologia (2011), British Geological Survey (2008) y California Geological Survey (2002). La escala original de los mapas es 1:50.000 en todos ellos, salvo en el último (1:100.000) 

Por otra parte, los mapas geológicos reúnen varias características que los hacen singulares. En primer lugar, constituyen un lenguaje formal, con reglas específicas, lo que permite el entendimiento de la geología mostrada en el mapa, independientemente del idioma o de la procedencia de quienes lo hayan realizado o de quienes lo interpreten. En segundo lugar, son mapas que integran cuatro dimensiones: a las dos propias de todo mapa, se añaden la profundidad (un buen mapa geológico, a escala mediana o de semidetalle, debe permitir conocer la disposición de las unidades geológicas por debajo de la superficie del terreno) y la dimensión temporal (ya que las unidades cartografiadas se ordenan en sucesión cronológica). Y, finalmente, destacan con frecuencia por su belleza plástica, aunque este aspecto no forme parte ni de su objetivo ni de sus peculiaridades intrínsecas. Porque un mapa, a pesar de su valor estético o decorativo, no es una obra de creación artística, aunque a veces lo parezca. De hecho, cada vez más artistas que trabajan con mapas en su obra, o los usan como referente, se conectan con científicos y técnicos para abordar nuevas perspectivas en sus creaciones: un buen ejemplo de ello es la Comisión de Arte y Cartografía, de la Asociación Cartográfica Internacional (ICA). 

Obras de cuatro, de los muchos artistas que se dedican actualmente a los mapas, aparecen aquí abajo: Paula Scher, Mychael Barratt, Rebecca Riley y Gareth Wood (alias Fuller).




De arriba a abajo: Tsunami, de Paula Scher; A London Map of Days, de Mychael Barratt;  Randomland, de Rebecca Riley; London, de Gareth Wood (alias Fuller)        

Matthew Cusick, estadounidense nacido en 1970, realiza extraordinarios collages, con los que crea retratos y paisajes de una gran fuerza expresiva. En el que aparece aquí abajo, realizado con mapas incrustados en un panel, utiliza un mapa geológico de la Luna (quizá habría que llamarlo mapa selenológico), como se observa en su mitad derecha. Que es, por cierto, el mismo mapa en el que se basó Nancy Graves (ver las dos primeras imágenes de esta entrada). Tal vez se anime más adelante a incorporar algún mapa geológico (terrestre) a sus nuevas obras.

Blue Horse (2011), de Matthew Cusick (mapas incrustados, 51 x 76 cm)    

Acabo con dos sentencias. Esta es de Jasper Johns: "El arte es mucho menos importante que la vida, pero qué pobre vida sin él". Y esta otra, atribuida a un geólogo del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), Avery Ala Drake, Jr.: "En cuanto publicas tu mapa geológico, se queda anticuado".




Mapas y mapas

miércoles, 16 de marzo de 2016


Los estratos son como las hojas de un libro de la historia de la Tierra. Nadie parece haber recreado este símil mejor que el artista canadiense Guy Laramée (haz clic siempre en los términos en rojo para enlace). Dice que lo único que todavía desea de su arte es que nos proyecte hacia esa espesa "nube del inconsciente". Lo logra con esos libros viejos, reconvertidos en paisajes que muestran su raíz, el sustrato sobre el que se levantan.



Arriba, obra de Guy Laramée incluida en su proyecto Biblios. Abajo, sucesiones de rocas predominantemente carbonatadas (calizas y dolomías) depositadas en ambiente de plataforma litoral, de edad Cámbrico medio a Devónico y en disposición monoclinal (Montañas Rocosas en el Parque Nacional Banff, Alberta, Canadá)



Historia de las Américas, arriba (Laramée, 2009). Abajo: Cuarcitas, con estratificación vertical, en el Parque Natural Despeñaperros (Jaén, España). Estas cuarcitas se corresponden con la denominada genéricamente "Cuarcita Armoricana", término con el que se designa a esta unidad depositada en una plataforma marina durante el Ordovícico Inferior (entre hace 470 y y 485 millones de años); dicha plataforma marina era tan amplia que podemos encontrar la Cuarcita Armoricana desde el oeste de África hasta Afganistán

                    

Arriba, El libro de arena (Guy Laramée, 2006). Abajo, badlands en el Parque Nacional Bryce Canyon (Utah, EE.UU.): el acarcavamiento se desarrolla sobre rocas horizontales, no deformadas, de la Formación Claron, que en esta zona pertenecen al Eoceno (entre hace 34 y 56 millones de años); las rocas mayoritarias son calizas rosas y blancas recubiertas por areniscas, formadas a partir de sedimentos depositados por canales fluviales y lagos  

También sobre su propia obra dice Laramée: "Me gustaría que mi arte hiciera esto: que te permitiera verte a ti mismo en una roca. Porque, en esencia, no estamos en el mundo, el mundo está en nosotros". Los paisajes rocosos están presentes en una parte considerable de sus creaciones, que a su vez pueden inspirar a quienes trabajan sobre ellos. Seguramente porque el arte y la ciencia son las dos únicas formas tolerables de conocimiento.

Igual que a los poetas, a los artistas plásticos también les vale esta máxima del filósofo francés, de origen rumano, Cioran: "Lo que hace a los malos poetas más malos aún es que sólo leen a poetas (así como los malos filósofos sólo leen a filósofos), cuando sacarían gran provecho de un libro de botánica o de geología" (Del inconveniente de haber nacido, Taurus ediciones, 1982). Guy Laramée lo ha entendido de manera sublime y por partida doble.

Finalizo con otro artista canadiense, Doug Beube, afincado en Nueva York, que indaga a través de las transformaciones de libros en el significado de los mismos. Un trabajo que realiza desde hace más de 35 años y del que él mismo dice: " A través de la modificación de libros, collage, técnicas mixtas, papel, fotografía y escultura, mi trabajo explora el propio libro, una aparentemente anticuada tecnología que es aún determinante en la era digital". He seleccionado su obra Fault Lines (Líneas de falla), realizada a partir de un atlas. Debajo de ella, una fotografía de un afloramiento rocoso con claras analogías.
      Fault Lines (2003), de Doug Beube

Afloramiento afectado por pequeñas fallas inversas (líneas marcadas en rojo; las flechas indican el sentido relativo de su movimiento). La fotografía y su interpretación han sido realizadas por Haakon Fossen





Una de libros