sábado, 2 de diciembre de 2017

UN PLANETA BASTANTE SECO

En contra de lo que pudiera parecer, la Tierra es un planeta con muy poca agua. Está muchísimo más seco que una mojama o un hueso viejo. A pesar de que los océanos cubren el 70% de su superficie, su masa equivale a solo un 0,0023% de la masa total del planeta. Y el resto del agua que tradicionalmente se considera en el ciclo hidrológico (aguas superficiales, subterráneas, glaciares, casquetes polares y la existente en la atmósfera y en la biosfera) apenas supone poco más del 2% de la masa oceánica.

Pero, además, se puede estimar la cantidad de agua atrapada en los minerales de la corteza continental y oceánica, así como la que aparece en sus materiales rocosos fundidos, o magmas. A esa cantidad hay que añadir otra aún más importante: la del manto terrestre (la parte interior del planeta por debajo de la corteza hasta el límite con el núcleo, situado a 2.900 km de profundidad), la mayoría de la cual no se presenta como una fase fluida sino como defectos en minerales teóricamente sin agua en su composición. Toda esta agua vendría a equivaler a poco más que la acumulada en los océanos.

El total del agua en el planeta, en definitiva, es ridículo en comparación con su tamaño. Sin embargo, esta escasa cantidad permitió el inicio y desarrollo de la tectónica de placas, que necesita de fluidos que actúen como lubricantes, particularmente de agua. Y, por supuesto, el origen, evolución y mantenimiento de la vida en la Tierra es impensable sin ella.

Obra efímera y fotografía del artista Nils-Udo (Lauf an der Pegnitz, Alemania, 1937). Agua, tierra, sauce blanco, briznas de hierba y dos tipos de bayas. Año 1999

Círculo de cañas de bambú, de Nils-Udo. Océano Índico, isla de la Reunión, año 1990. Imagen vía Point of View 

OCÉANOS EXTRATERRESTRES

¿De dónde procede el agua de nuestros océanos? Hasta finales del siglo pasado había pocas dudas: el agua provino del interior del planeta por la desgasificación del manto terrestre, gracias a las erupciones volcánicas que se han producido a la largo de la historia de la Tierra (que cuenta con una antigüedad de unos 4.600 millones de años). Pero la fiebre de exploración del sistema solar, iniciada en los años 60, iba dando sus frutos y permitía ya aventurar otras hipótesis. En 1987, el astrofísico Christopher Chyba propuso que la Tierra podría haber adquirido el agua de sus océanos primitivos a partir de cometas. Los cometas, en efecto, son cuerpos formados principalmente por hielo, además de polvo y partículas rocosas, que orbitan con diferentes trayectorias alrededor del Sol.

      El agua proporcionada por cometas fue la primera hipótesis extraterrestre para explicar el origen de los océanos en nuestro planeta. En la foto, el cometa Hyakutake cerca del punto más próximo a la Tierra por el que pasó en marzo de 1996. En el extremo inferior derecho se aprecian los gases y partículas sólidas (color verde-azulado) que rodean a un núcleo de hielo sucio derretido de unos 5 km de diámetro. Por cierto, este cometa nos visitó anteriormente hace 17.000 años y no volverá a hacerlo hasta dentro de unos 100.000 años. Imagen copyright Doug Zubenel, vía NASA 

Tiempo atrás ya se sabía que los cráteres de la Luna se produjeron por impactos de cuerpos sólidos del sistema solar. Y también se conocía que la mayoría de esos impactos se habían originado en épocas primitivas de la Luna, que afectaron además a todos los planetas interiores del sistema solar (la Tierra, Marte, Mercurio y Venus). Pues bien, el citado Christopher Chyba calculó que si solo un 10% de la masa de los cuerpos que chocaron contra la Tierra hubiesen sido cometas, todo el agua de nuestros mares tendría un origen cometario. 

LOS ASTEROIDES RECLAMAN EL TRONO

Desde entonces astrofísicos, geólogos, geoquímicos y otros científicos no han cesado de indagar sobre el origen del agua en la Tierra. Y se vio que la hipótesis de los cometas presentaba un importante problema: la proporción en el agua de los cometas entre el deuterio, D (un isótopo pesado del hidrógeno) y el hidrógeno H (el más común y abundante). Esta relación es característica en aguas del mismo origen y es constante a lo largo del tiempo, lo que permite discriminar entre aguas de diferentes procedencias. Pero los estudios realizados concluyeron que el agua de los cometas de la nube de Oort y del cinturón de Kuiper, las regiones donde especialmente se concentran, tenían una relación D/H muy superior al agua de nuestros océanos, de dos a tres veces más (aunque con alguna excepción). Si además se unía a ello algunos argumentos desfavorables relacionados con la dinámica orbital de los cometas de esas regiones, no parecía lógico seguir pensando en los cometas. Tocaba el turno de los asteroides. 

Segunda hipótesis extraterrestre para explicar el origen del agua en nuestro planeta: los asteroides. La imagen es una recreación artística. Fuente: ESA - P. Carril

Los asteroides son cuerpos rocosos de variada composición y de ellos proceden la inmensa mayoría de los meteoritos que se han encontrado en nuestro planeta. Su tamaño fluctúa desde los 50 metros hasta decenas, o incluso centenas, de kilómetros. Además de los asteroides que orbitan relativamente cerca de la Tierra y en otras áreas del sistema solar, son especialmente abundantes en el llamado Cinturón Principal de Asteroides, que se sitúa entre Marte y Júpiter: mucho más próximos a la Tierra que los cometas de Kuiper (más allá de Neptuno) o que los cometas de Oort (cerca del límite del sistema solar), por lo que tienen más probabilidades de llegar a la Tierra. 

Los asteroides presentan otra característica que los hizo ser los candidatos favoritos a aguadores: al estudiar una de las familias de los meteoritos conocidos como condritas carbonáceas, se comprobó que contenían minerales hidratados, así como agua líquida en forma de inclusiones en diferentes minerales. De hecho, llegan a contener un 10% de agua como promedio. Y, ¿sorpresa?, la relación D/H (deuterio/hidrógeno) del agua analizada en esas condritas resultó similar a la del agua oceánica.

EL RETORNO DE LOS COMETAS


Muro del cielo, del artista italiano Walter Valentini (Pergola, 1928). Técnica mixta sobre madera, 180 x 270 cm, año 1998   

Según avanzan las investigaciones van apareciendo nuevos interrogantes: ¿y si fueron los cometas los que aportaron una parte significativa del agua? Además de la nube de Oort y del cinturón de Kuiper, de donde provienen los cometas analizados hasta ahora, se ha descubierto su presencia en una región mucho más próxima a la Tierra (precisamente en el Cinturón Principal de Asteroides), de la que podrían haber salido los mejores porteadores de agua. Futuras investigaciones, mediante sondas espaciales o desde telescopios terrestres, tal vez lo acaben confirmando.  

Recientemente han surgido nuevos argumentos a favor de un papel más destacado de los cometas. Tres investigadores del Centro Goddard de Astrobiología (NASA) y uno del departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Misuri (EE. UU.), cuando estudiaron la relación D/H en el agua del cometa Lovejoy, oriundo de la nube de Oort, se dieron cuenta que es imprescindible realizar mediciones de esos isótopos en diferentes posiciones de las órbitas cometarias: vieron que el agua con deuterio aumentaba (y por tanto la relación D/H) cuando el cometa se aproximaba al Sol, posiblemente por efecto de la radiación solar. Algo que no habían tenido anteriormente en cuenta los astrónomos. Es decir, que la "sagrada" relación D/H puede cambiar con el tiempo y los datos que fueron obtenidos con una sola medición quizá sean poco fiables. Acaban sugiriendo que los cometas tal vez aportaron una parte considerable de agua a la Tierra, y no solo la pequeña fracción, en comparación con los asteroides, que se les venía últimamente asignando. El trabajo se ha publicado este año, 2017, en la revista The Astrophysical Journal Letters. 

Diálogo en el espacio, de Walter Valentini. Aguafuerte, 26 x 37 cm. Año 2010

¿ENMIENDA A LA TOTALIDAD? LA TIERRA SE REIVINDICA  

Pero, ¿por qué buscar fuera lo que podía estar en casa? Linda Elkins-Tanton, entonces en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, presentó hace unos años un modelo en el que explica cómo el agua retenida por la Tierra en su época de crecimiento (que se iba produciendo por adición de material, o acreción), aun en pequeña cantidad, dio lugar a los océanos. Océanos que se habrían formado a partir del colapso de una atmósfera rica en el vapor de agua liberado por el planeta, con lo que no habría necesidad de acudir a invasores extraterrestres. El artículo se publicó en la revista Astrophysics Space Science, en 2011.

Un estudio de la geóloga Lydia Hallis, actualmente en la Universidad de Glasgow, junto con otros investigadores de varias instituciones estadounidenses, apunta en esa misma dirección. Se centra en las características isotópicas del agua existente en burbujas de vidrio atrapadas en olivinos muy antiguos, procedentes del manto inferior. Concluyen que esta agua del interior de la Tierra fue heredada de la primitiva nebulosa solar (revista Science, 2015). Agua que podría haber originado los océanos, por lo que el aporte posterior extraterrestre, según sus autores, tal vez no fue tan importante.

                   El olivino es un mineral muy abundante en el manto terrestre. Foto Crosstimber, vía FMF Minerals Forum

INTENTANDO ORDENAR EL CAOS

El origen del agua en nuestro planeta debe ser coherente con los modelos de formación del sistema solar y con los sucesos más relevantes de la primitiva Tierra. Esta es una de las posibles reconstrucciones de los hechos

1. Nacimiento. El embrión planetario se forma a partir de partículas de polvo y gas (vapor de agua incluido) de la primitiva nebulosa solar, que van concentrándose en núcleos que crecen con enorme rapidez por adición de materia. En las regiones más próximas al Sol (donde se originaron la Tierra y los otros planetas interiores) las temperaturas eran entonces demasiado altas para que el agua condensara y quedase atrapada, por lo que el planeta nace seco

2. Infancia. Planetesimales (grandes cuerpos rocosos, de dimensiones kilométricas) se van agregando a la Tierra. Llegan del Cinturón de Asteroides, o de más allá, desde regiones frías que les permitió incorporar agua en su interior y liberarla en nuestro planeta, buena parte de la cual pasó al manto terrestre e, incluso, pudo llegar a formar "proto-océanos". 

3. La traumática adolescencia. Está marcada por los impactos gigantes que sufrió la Tierra, entre ellos el que dio origen a la Luna (hace unos 4.500 millones de años). Los impactos fueron de tal envergadura que los "proto-océanos", en caso de existir, se habrían evaporado

4. Inicio de la primera juventud. La Tierra recibió una caída de cuerpos extraterrestres de menor tamaño, principalmente asteroides ricos en agua (¿también cometas?). Un acontecimiento al que los geoquímicos han denominado "recubrimiento tardío" (late veneer hypothesis) y que pudo ser el principal y definitivo aporte de agua a nuestros océanos. En el año 2009 se dató este episodio en 4.400 millones de años. 

La voz silenciosa de las estrellas IV, de Walter Valentini. Técnica mixta sobre madera,  95 x 90 cm, año 2004

Sin embargo, estos sucesos siguen siendo objeto de debate científico y controversia: el nacimiento húmedo se mantiene como alternativa, tal como vienen a señalar los hallazgos de Lydia Hallis y sus colegas (los del olivino). La formación de la Luna a partir del impacto de un cuerpo del tamaño de Marte, Theia, ha ido perdiendo credibilidad en base a consideraciones geoquímicas muy contundentes, lo que también hace dudar sobre toda la etapa de impactos gigantes en la adolescencia terrestre. Y hasta el "recubrimiento tardío" como fuente principal de agua en la Tierra se ha rechazado muy recientemente: para los geólogos alemanes Mario Fischer-Gödde y Thorsten Kleine las composiciones isotópicas de un elemento del manto originado por ese episodio, el rutenio, son similares a las de los asteroides secos, lo que les lleva a negar el papel de aguador a dicho acontecimiento (revista Nature, 2017).       

UN MAR DE DUDAS. DESPEDIDA

El "recubrimiento tardío", hace unos 4.400 millones de años, sigue siendo el suceso que cuenta con más respaldo entre la comunidad científica como principal candidato de la llegada del agua a nuestro planeta, mientras no se confirmen con otros estudios las tesis negacionistas de los dos geólogos alemanes.

Pero aparece un nuevo escollo, un hecho que ocurrió más tarde: el llamado Bombardeo Intenso Tardío, o Cataclismo Lunar, que sembró la Luna de cráteres entre hace 3.850 y 4.000 millones de años, de acuerdo a las dataciones de los vidrios lunares formados por esas colisiones. Este bombardeo habría sido más intenso en la Tierra, dado su mayor tamaño y gravedad. Y unos impactos de tal calibre posiblemente habrían vaporizado los océanos

                    Cráteres de impacto en la Luna. Imagen Ernest Wright, NASA/GFSC (explicaciones de la imagen en esta publicación del MIT, Instituto de Tecnología de Massachusetts)         

Vuelta a empezar: ¿puede que el "recubrimiento tardío" de asteroides, supuesto portador del agua, esté mal datado y sea posterior al Bombardeo Intenso Tardío? No es lógica una desviación de más de 500 millones de años, tratándose además de una datación relativamente reciente, del año 2009. ¿Los métodos aplicados a la datación de esos vidrios lunares fueron los más adecuados, teniendo en cuenta que se realizaron hace más de 40 años? Aquí, efectivamente, está una de las claves: las más recientes dataciones geocronológicas atrasan la época en la que ocurrió el Bombardeo Intenso Tardío a un periodo de entre hace 4.370 y 4.200 millones de años (con algún pico posterior de bombardeo de menor intensidad), lo que le hace prácticamente simultáneo con el episodio del "recubrimiento tardío".

Los japoneses Maruyama (Instituto de Ciencias de la Tierra y de la Vida, adscrito al Instituto de Tecnología de Tokio) y Ebisuzaki (del organismo de investigación RIKEN), recogen esta nueva cronología de los hechos en un trabajo publicado este año en Geoscience Frontiers. Ello, junto con diversas consideraciones geoquímicas y en consonancia con los recientes modelos de evolución del sistema solar, les lleva a formular un nuevo modelo global con un único episodio de bombardeo de asteroides o planetesimales ricos en agua en estas nuevas fechas, entre hace 4.370 y 4.200 millones de años. Este bombardeo, según su modelo, sería no solo el responsable de la primera atmósfera a partir de la que nacieron los océanos, sino que también hidrató el manto superior, desencadenó la tectónica de placas y propició el marco adecuado a los procesos que llevaron a la aparición de la vida.

Aunque se ha avanzado mucho, todavía quedan numerosas incógnitas por resolver:

                           
Descenso, obra del artista británico de origen indio Anish Kapoor (Bombay, 1954). Agua, acero y motor, 500 x 500 cm, año 2015. Fotos Ela Bialkowska 

Recuerdo ahora lo que escribió el geólogo Francisco Anguita, uno de los pioneros de las ciencias planetarias en España, al comentar el origen extraterrestre del agua: "Una curiosa materia de reflexión para la próxima vez que tomemos un baño en el mar". O, como añado yo, cada vez que abramos el grifo para beber agua.


Próxima entrada: primera semana de febrero de 2018. Mientras, sean felices (con moderación).
    

              

El agua en la Tierra, ¿de dónde procede y cuándo llegó?

jueves, 5 de octubre de 2017

El Enemigo del Arte Contemporáneo, en expresión del escritor argentino César Aira, manifiesta con frecuencia su inquina hacia una porción considerable del arte de nuestros coetáneos. Sin entrar en otros aspectos, sino solo en lo que se refiere al resultado de la creación artística, el origen de este rechazo probablemente se encuentra en la pretensión de juzgarlo con criterios válidos para el arte "tradicional", incansable en la búsqueda de la belleza de acuerdo a ciertos modelos estéticos más o menos cambiantes a lo largo de la historia. Criterios que habitualmente no son adecuados para el arte contemporáneo, donde lo esencial es la idea o significado que pretende encarnar y transmitirnos el artista con su obra, más allá de su mera expresión formal, tal como vino a razonar el filósofo estadounidense Arthur C. Danto. Una expresión formal que suele repugnar al Enemigo del Arte Contemporáneo, educado en los cánones tradicionales, pero incapaz o desganado para acercarse a lo diferente con una nueva mirada, que además suele requerir un esfuerzo de indagación y de reflexión.

Curiosamente, no pocos fieles seguidores del arte contemporáneo se rigen también por el viejo paradigma, aunque su actitud hacia los nuevos modelos estéticos (suponiendo que los haya) sea abierta y, digamos, tolerante. Al final, para muchos se acaba reduciendo todo a la falsa y cómoda disyuntiva "me gusta/no me gusta", sean detractores o acólitos.

Voy a ilustrar con un ejemplo lo que trato de explicar sobre el significado de una creación artística:

                Una obra de Rachel Sussman. Imagen: sitio web de la artista

Vemos la imagen y, tal vez, permanezcamos indiferentes (siempre y cuando no seamos un declarado Enemigo del Arte Contemporáneo). ¿Qué nos cuenta la obra? Lo primero que nos falta es el título, que nos puede ayudar (o no) a iniciar el relato. En realidad esta creación forma parte de un proyecto que Rachel Sussman (EE. UU., 1975) inició en 2015 llamado Pavimentos Kintsukuroi, palabra esta última que designa a una técnica tradicional japonesa para reparar con oro objetos de cerámica rotos. La artista se apropia de esta idea y la lleva a las calles, donde aplica a las grietas que encuentra en aceras, asfalto o solerías una resina vegetal y una mezcla de bronce y polvo de oro. Pero también, como en la imagen de arriba, realiza fotografías de las grietas, que luego pinta a mano con esmalte y polvo metálico. Sabemos el título y cómo lo ha hecho, pero aún es insuficiente. 

Mejor que nos lo cuente la propia Sussman: "Las grietas necesitan atención. Caminamos, andamos en bici o conducimos sin fijarnos en las superficies sobre las que aparecen hasta que llegan a una situación crítica. Dorarlas es ver lo que nos rodea de una manera distinta". Y añade: "Algo que se ha formado en el transcurso de unas pocas décadas nos sirve como recordatorio de que en la naturaleza los procesos siguen ocurriendo a nuestro alrededor, pero a un ritmo demasiado lento para que los podamos apreciar; es una escala diferente a la nuestra, más profunda".

Sabiendo ya todo esto es probable que la lectura de la obra sea otra bien diferente. Quiero destacar la consideración que hace la artista sobre los pequeños cambios que operan en la naturaleza a lo largo de dilatados periodos de tiempo. Que son, en definitiva, los responsables de la evolución de la Tierra, junto a otros que no menciona Rachel Sussman: los de carácter súbito o catastrófico, representados por erupciones volcánicas, impactos meteoríticos, grandes terremotos y tsunamis, crisis climáticas, ... Vamos entrando en materia

MATERIA 

Las piedras (rocas, minerales, fósiles) son la esencia de la que se nutre la geología. También, claro, están los sedimentos, a los que si todo les va bien (es decir, si no se erosionan antes) acabarán siendo piedra. La geología es una ciencia que, no conviene olvidar, tiene como objetivo principal, aunque no único, la reconstrucción de la biografía de nuestro planeta. Sin piedras ni sedimentos hay poca, o ninguna, historia que contar. 

Muchos artistas ponen el foco de su obra en los materiales que utilizan: sus texturas, geometría, colores y disposición aportan interpretaciones y sensaciones que aún han sido, a pesar de todo, poco exploradas. En algunas creaciones son las propias piedras sin labrar ni esculpir las que articulan el mensaje. Esta obra del danés Olafur Eliasson (Copenhague, 1967), de padres islandeses, pretende recrear el paisaje de las tierras altas de Islandia e interrogar al espectador sobre la separación entre la realidad y su representación. Quizá sepan de inmediato qué piedra ha utilizado:



                   Tres vistas de Your disappearing garden (Tu jardín desaparecido), año 2011, de Olafur Eliasson: durante su preparación, instalada en una galería y un detalle de la obra. Imágenes: sitio web del artista

En efecto, es obsidiana. Una piedra tan peculiar que ni siquiera es una roca convencional, sino un vidrio volcánico. ¿Qué significa esto? Que se trata de un material, una masa de lava, que al salir a la superficie se enfrió tan rápido que, prácticamente, no hubo tiempo para que se formaran cristales: es decir, que carece de una distribución regular y repetitiva en el empaquetamiento de la estructura atómica de sus componentes. Es lo que se llama también un sólido amorfo. Por el contrario, la inmensa mayoría de los minerales (que, a su vez, se asocian para formar rocas) son sólidos cristalinos cuyos átomos se organizan según un patrón tridimensional repetitivo. 

La obsidiana es, sin duda, un material natural que presenta numerosas singularidades. Me voy a centrar solo en una de ellas: su característico (aunque no único) color negro. Por varias razones. Porque de este color son las obsidianas de la obra de Olafur Eliasson. También por ser un aspecto, el color, que suscita numerosas polémicas, muchas de las cuales tienen que ver con la utilización de razonamientos carentes de soporte científico. Y porque he leído hace poco dos entradas en blogs de divulgación científica, de diferentes autores, que aportan erróneos argumentos, alguno un tanto estrafalario, para justificar su coloración. 

Además de la mayoritaria sílice (SiO2), cuyo contenido suele ser superior al 65% en peso, entre los componentes de la obsidiana también aparecen óxidos de aluminio, hierro, manganeso, sodio, potasio, titanio, etc. Hace ya tiempo, en 2007, Chi Ma, de la división de Ciencias Geológicas y Planetarias del Instituto de Tecnología de California, y otros colegas concluyeron que el color negro de la obsidiana provenía de la presencia de partículas micrométricas (milésima parte de milímetro) y nanométricas (millonésima parte de milímetro) de un mineral, la magnetita, un óxido complejo de hierro de color negro parduzco y brillo metálico. Cuanto más negra es la obsidiana, mayor es la abundancia de este mineral o más grandes son sus microcristales (siempre que sean superiores a las 15 micras). Estas inclusiones minerales las identificaron, principalmente, mediante microscopía electrónica de barrido. 

En definitiva, aunque la obsidiana es un vidrio, también contiene pequeñas cantidades de minúsculos cristales que juegan un papel decisivo en su color oscuro: 

                            Afloramiento de obsidiana en Inyo Craters (California, EE. UU.). Se aprecian claramente unos niveles alternantes de color negro y de color gris, debido a un bandeado de flujo que se origina por variación en la concentración de microcristales. Las manchas pardas están producidas por meteorización superficial. Foto: Daniel Mayer

Y hace relativamente poco tiempo, en 2016, Andrés Camargo (del Departamento de Ingeniería Mecánica y Aeroespacial de la Escuela Naval de Posgrado, en Monterrey, California) y otros investigadores matizaron los anteriores resultados. En una muestra de obsidiana negra que analizaron, proveniente del estado norteamericano de Oregón, descubrieron que la masa vítrea, además de partículas cristalinas micrométricas y nanométricas ricas en hierro, también contenía otras ricas en aluminio, en calcio, en titanio o en sodio, en forma de óxidos y silicatos. Y todos estos microcristales, de variada composición química y tamaño, serían los responsables de la absorción de un amplio rango de longitudes de onda, proporcionando así el color negro a la muestra. En esta investigación, además de otras técnicas, resultó esencial la microscopía electrónica, tanto de transmisión como de barrido, para detectar las inclusiones minerales y sus principales componentes. 

En alguna otra ocasión mostraré ejemplos relacionados con los procesos y el tiempo en el arte contemporáneo, conceptos esenciales en geología. Mientras, finalizo con una obra que no se centra en la materia, sino en la representación de la materia

       Piedra de grafito (2014), de Mateo López. Grafito sobre papel, estructura de papel maché. Medidas variables. Foto: Galería Travesía Cuatro 

El artista colombiano Mateo López (Bogotá, 1978) la presentó en su exposición Casi un objeto, a la que subtituló Las cosas nunca son lo que parecen. Buena parte de sus obras son pura ficción, que también reflejan mucho de su impulso creativo: "El dibujo es una cosa que empieza en la cabeza, pasa por la mano, se dibuja, se recorta, se pliega, se arma y se vuelve un objeto tridimensional", ha dicho. Y así tenemos esta piedra, que en realidad es papel.

El artista ha usado un producto de base mineral, el grafito, solo para cubrir la superficie del objeto. Una sustancia natural que, cuando alcanza un elevado grado de cristalinidad, da lugar al mineral de ese nombre, consistente en hojas de anillos hexagonales ocupadas exclusivamente por átomos de carbono. Estas hojas se unen paralelamente unas a otras en una red cristalina tridimensional, con enlaces entre ellas muy débiles, razón por la que el grafito se separa, o exfolia, de una forma casi perfecta en láminas acordes con esos planos. Sin embargo, son más abundantes en la naturaleza otras formas escasamente cristalinas, también conocidas como "carbonos grafíticos" (graphitic carbons), que pueden contener, además del mayoritario carbono, ciertas cantidades de hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y azufre. 

¿Y de dónde proviene el grafito? Principalmente de sedimentos ricos en materia orgánica de origen biológico, incluso del carbón, que han sido sometidos a metamorfismo, un fenómeno que se produce por aumento en las condiciones de temperatura y presión en el interior de la corteza terrestre.También se ha llegado a encontrar carbono grafítico y grafito cristalino ¡en partículas de polvo interplanetario, en la materia de los cometas y en meteoritos! Estos compuestos extraterrestres de carbono se crean en ocasiones por procesos de irradiación en el espacio, mientras que en otras son consecuencia del metamorfismo térmico sufrido por el material del que proceden. Que nadie se alarme: en estos casos son otras fuentes, distintas de las biológicas, las que suministraron el carbono.

Evocando la exposición de Mateo López, quizá nada es lo que parece :

                         Grafito (terrestre). Colección del Instituto de Mineralogía, Universidad de Tubinga (Alemania). Foto: H. Zell


NOTA: Esta entrada se ha publicado también en el sitio web NAUKAS, plataforma de divulgación científica en castellano. 


Próxima entrada: primera semana de diciembre 2017. Mientras, sean felices (con moderación).  

Materia: apariencia y realidad (del arte contemporáneo a la geología)

sábado, 5 de agosto de 2017

"Sin título", una obra de la eslovaca Mária Bartuszová (1936-1996), realizada en la década de 1980 con escayola y lajas de pizarra.


La roca que aparece en la foto de abajo es un granito de grano grueso, con cuarzo, plagioclasa y dos micas, biotita y moscovita, además de grandes cristales de feldespato potásico (son los que destacan por su mayor tamaño en la foto, de color blanco mate). Se localiza en el batolito de Cabeza de Araya (provincia de Cáceres, zona centro-occidental de España). Un batolito es un conjunto litológico que proviene de una masa de roca fundida, un magma, que se consolidó y cristalizó en el interior de la corteza terrestre; se caracteriza por ocupar una gran extensión e incluir, a menudo, rocas formadas a lo largo de varias decenas de millones de años.
Grandes cristales de feldespatos en un granito, incluido en el batolito de Cabeza de Araya (Cáceres, España). La regla que sirve como escala está dividida en centímetros. Foto: Joaquín del Val

Este granito, con cristales de feldespato que a veces pueden llegar a tener 10 centímetros, ha sido datado recientemente, junto con otros dos tipos de granito que también forman parte del mismo batolito, por investigadores de las universidades de Oviedo y Granada, con una edad en torno a los 308 millones de años (Rubio-Ordóñez y otros, 2016), correspondiente al final del Carbonífero. La edad se obtuvo mediante microsonda iónica de alta sensibilidad y resolución (SHRIMP, Sensitive High Resolution Ion Microprobe), un sofisticado equipamiento técnico para datar con gran precisión rocas y meteoritos con el que cuenta la Universidad de Granada, el primero de estas características que se instaló en la Unión Europea.  

En el Monumento Natural Los Barruecos (Malpartida de Cáceres), incluido en este extenso cuerpo rocoso de Cabeza de Araya, se aprecian unas llamativas morfologías en el conjunto granítico. Este tipo de modelado está controlado por la separación y geometría de las fracturas. Pero no solo: también por la proporción, tamaño, disposición y tipo de minerales existentes. Los feldespatos, que aquí son tan grandes y abundantes, son los primeros en alterarse químicamente en contacto con el agua y transformarse en arcillas, lo que facilita que el resto de minerales se puedan desprender. 

Las partículas desprendidas van cubriendo la roca sana y permiten que el agua siga infiltrándose, tanto a través de ese manto arenoso de partículas como por las fracturas de la propia roca subyacente. El proceso de meteorización progresa en profundidad, ya que se ve favorecido, precisamente, porque esa cubierta arenosa permite al agua estar mucho más tiempo en contacto con la roca. Y cuanto más tiempo de contacto del agua con la roca, mayor es a alteración. Así se crean estas espectaculares formas: enterradas bajo esa arena, o lehm granítico. Las formas de la roca solo acabarán mostrándose cuando ese manto de partículas desprendidas (de hasta varios metros, o decenas de metros en climas muy húmedos) sea eliminado por erosión: 
Peña La Seta (Los Barruecos, Malpartida de Cáceres, España). La forma en hongo o seta se produjo bajo una cubierta de arenas de alteración, que permitió acumular mayor cantidad de agua en su parte inferior (donde ahora está el pie de la seta). Este modelado aparece salpicado por formas menores posteriores (oquedades o "tafoni"). Foto: Joaquín del Val

Hard Water (Agua dura), año 2004, de Zeger Reyers. Platos llanos y de postre acumulados desde el suelo hasta el techo, 3,5 m de altura, 3 m de ancho y 1 m de profundidad. El artista (Voorburg, Holanda, 1966) cuenta: "Si puedo experimentar en mi estudio con los elementos que me gustan, me siento un hombre libre". Esta obra es una reflexión del autor sobre la vulnerabilidad de nuestro frágil e inestable entorno artificial. Muchas de sus creaciones se centran en la transición entre la existencia y su desmoronamiento o descomposición 

El Bolo (Los Barruecos, Malpartida de Cáceres). Dos familias de fracturas, organizadas en sistemas perpendiculares entre sí y con una separación similar entre ellas, han facilitado su geometría redondeada: las fracturas definían un gran bloque de roca en forma de dado, enterrado bajo una capa de arenas de alteración; la capa de alteración fue progresando de forma lenta y homogénea a expensas del bloque, suavizando así sus caras y aristas. Finalmente las arenas de alteración se perdieron por erosión. Foto: Joaquín del Val 

Europa, del artista digital checo Filip Hodas (Praga, 1992). En una entrevista publicada a principios de 2017, comentó: "Normalmente intento combinar objetos o entornos de apariencia realista con elementos surrealistas, insólitos o sencillamente algo distintos [...]. Muchas veces la reacción en cadena generadora de ideas se inicia a partir de un pequeño detalle". Para crear sus mundos, usa los programas Machine, Octane y, sobre todo, Cinema 4D

Volvamos al granito. Para que se inicie su meteorización, este tiene que llegar a superficie. Porque hay que tener en cuenta que la cristalización del magma, y la consecuente formación de la roca, ocurre a profundidades considerables, habitualmente entre 3 y 20 kilómetros (donde no actúan los procesos de meteorización, debido a la ausencia del aire y agua atmosféricos). Y solo podrá aflorar este granito tras la erosión de ese enorme volumen de material que lo cubre, favorecida a menudo por la elevación de amplias áreas de la corteza terrestre a causa de la actividad tectónica.


La antigüedad del granito de Los Barruecos, esos 308 millones de años, indica la fecha el episodio de solidificación en profundidad. Pero ¿desde cuando están expuestos estos grandes pedruscos en superficie? Para saberlo (y, de momento, no lo sabemos) habría que utilizar una técnica de datación conocida como cosmogénica. Dicha técnica está basada en el análisis de ciertos isótopos existentes en la parte más superficial de los sedimentos y rocas, que se originan por efecto de la radiación cósmica. Isótopos que, lógicamente, solo se empiezan a producir cuando la roca está al aire libre, sometida ya a esa radiación. Con este método se pueden llegar a determinar edades de exposición al aire libre desde hace un centenar de años hasta, en el mejor de los casos, algunas decenas de millones de años (aunque con las técnicas más usuales y extendidas "solo" se llega hasta los 5 millones de años). El lector interesado encontrará en este artículo de Ivy-Oschs y Kober (Escuela Politécnica y Universidad de Zúrich, Suiza) las bases conceptuales y ejemplos de datación de distintos tipos de superficies y paisajes rocosos. Uno de los tratados más completos que existen sobre estas y otras aplicaciones de los isótopos cosmogénicos en ciencias de la Tierra es obra de Tibor Dunai, del año 2010, profesor de Geomorfología en la Universidad de Edimburgo (Escocia, Reino Unido). 

          La Pedriza (Manzanares El Real, Comunidad de Madrid, España), un singular paisaje granítico que es, además, la mejor zona de escalada en roca en las proximidades de la ciudad de Madrid y una de las más apreciadas para esa actividad en toda la península ibérica. Foto: Joaquín del Val

Las diaclasas, fracturas sin desplazamiento, pueden llegar a presentar en detalle una gran complejidad en su geometría y disposición. Sobre la foto anterior, he marcado con línea azul diaclasas horizontales, verticales y oblicuas. Las líneas rojas representan diaclasas de trayectoria curvilínea que, cuando son más o menos paralelas a la superficie (líneas rojas discontinuas) dan lugar a losas curvadas llamadas lajas o lanchas: son muy típicas en La Pedriza y son responsables, en gran parte, de su característico modelado. Imagen: Joaquín del Val 

Paisaje en la montaña roja, año 1962, del pintor chino Lui Shou-Kwan (Guandong, 1919 - Hong Kong, 1975). Tinta china y color sobre papel, 44 x 47 cm. Esta obra está muy probablemente inspirada en un paisaje granítico. Mi sospecha obedece a dos motivos. El primero es que las formas del cuadro son muy típicas en granito (aunque no exclusivas de estas rocas), cuyo modelado en este caso estaría condicionado por fracturas verticales. El segundo motivo es la abundancia de granitos en Hong Kong, territorio en que vivió el pintor desde 1948 hasta su muerte

       
       Próxima entrada: primera semana de octubre, 2017. Mientras, sean felices (con moderación). 
  

De los minerales a las formas

jueves, 8 de junio de 2017

Apenas nos hemos dado cuenta. Pero la visión que tenemos de nuestro planeta, la Tierra, ha cambiado drásticamente desde los primeros satélites artificiales, utilizados hace ya cerca de setenta años para estudiar las capas altas de la atmósfera, hasta nuestros días. Meteorología, oceanografía, agronomía, dinámica vegetal, hidrología, cartografía y geodesia, geología y muchos otros aspectos del conocimiento han avanzado enormemente gracias a los datos aportados por la instrumentación a bordo de los satélites.

En el año 2011 el Instituto Alemán de Investigación en Geociencias (German Research Centre for Geosciences, GFZ), situado en la ciudad de Potsdam, elaboró un nuevo modelo de geoide, el cuerpo geométrico definido en base a las variaciones del campo gravitatorio de la Tierra. Estas variaciones no solo son debidas al mayor achatamiento en los polos, sino a una desigual distribución de masas en continentes, océanos y en el interior del planeta, así como a variables relacionadas con el clima, como el balance de agua en los continentes y el deshielo de los glaciares.

     Modelo EIGEN-6C del campo gravitacional de la Tierra, más conocido como la patata de la gravedad de Potsdam. Se elaboró a partir de los datos instrumentales proporcionados por los satélites LAGEOS, ERS, CHAMP, GRACE y, especialmente, GOCE, de la Agencia Espacial Europea. También se tuvieron en cuenta datos de superficie de altimetría y gravimetría. Imagen: German Researh Centre for Geosciences, GFZ

Muchas características de este modelo pueden atribuirse a rasgos con expresión en superficie, como las grandes cordilleras o las dorsales oceánicas. Otras, en cambio, pueden estar relacionadas con densidades inusualmente altas o bajas en el interior terrestre. Este tipo de modelos también ayuda a evaluar cambios que se producen en la superficie de la Tierra, como los relacionados con el derretimiento del hielo en los polos y glaciares o las modificaciones de las corrientes oceánicas. 

Este (relativamente) nuevo modelo de 2011 presenta una resolución espacial cuatro veces mayor que la anterior patata de Potsdam, la del año 2005 que aparece aquí abajo: 

Esta es la anterior patata de Potsdam, del año 2005. Los colores rojos indican áreas donde la gravedad es ligeramente más fuerte que la normal, mientras que los colores azules indican zonas donde la gravedad es ligeramente más débil. Este modelo se elaboró solo con las medidas facilitadas por los satélites GRACE (NASA y Agencia Espacial de Alemania) y CHAMP (Alemania), así como con datos de superficie. Imagen: German Research Centre for Geosciences, GFZ 

    Geoide (detalle), obra de Salim Malla. Técnica mixta, atlas,hierro, 40 x 25 x 25 cm. Año 2014

Esta obra, Geoide, es una mirada al planeta, pero construida al revés: un atlas se basa en pasar de una forma física a una figura matemática, y de una esfera al plano; aquí el artista se ha servido de láminas planas de un atlas para la reconstrucción tridimensional del planeta: o, mejor dicho, una abstracción geométrica del mismo. Todas esas abstracciones que hacen que tengamos, también, modelos mentales de un mundo que no podemos abarcar, pero que continuamente nos lo imaginamos a través de sus representaciones.

Salim Malla (Vitoria-Gasteiz, España, 1976) manifiesta a través de sus obras el interés por cuestionar los medios y formas de conceptualización del territorio de los que se vale el ser humano: "Me interesan las limitaciones de los sistemas de observación, representación y acotación del espacio, las incertidumbres que contienen las múltiples teorías y leyes científicas implicadas, así como las relaciones de fuerza que se establecen entre el hombre y la naturaleza a través del desarrollo técnico y científico. Construyo objetos de forma artesanal a partir del desarrollo conceptual de estas ideas, artefactos que combinan diferentes medios como la escultura, la fotografía o el grabado".

Otra perspectiva bien diferente es la que aporta el fotógrafo estadounidense Michael Benson (1962). Sus imágenes son una mezcla de lo que él considera arte, ciencia y tecnología fotográfica. Imágenes poéticas y precisas que ilustran a menudo artículos científicos y noticias de exploración espacial. Las compone a partir de las bases de datos de fotografías sin tratar de la NASA y la Agencia Espacial Europea, que selecciona, corta, combina y recompone en mosaicos fotográficos:

La Tierra sobre el horizonte de la Luna, de Michale Benson, año 2016, 249 x 183 cm. La imagen la compuso a partir de fotografías realizadas el 15 de octubre de 2015 por la cámara de la sonda espacial estadounidense Lunar Reconnaissance Orbiter 

El artista franco-argelino Fayçal Baghriche (Skikda, Argelia, 1972) expresa su forma particular de ver el mundo, a veces como si este fuera un escenario de ciencia ficción: "Mis obras se basan a menudo en gestos fundamentales: sustraer, invertir, acelerar,... Un globo que gira tan rápido que no se pueden distinguir los contornos de los continentes, banderas enrolladas sobre sí mismas que no dejan mostrar más que la parte roja que las compone, un vídeo en el que está invertido el curso del tiempo..." (de una entrevista de 2009, publicada en Revue Laura, número 8). 

Un planeta, la Tierra, que gira a una velocidad superior a la nuestra: 
Souvenir, de Fayçal Baghriche, año 2009. Globo terrestre iluminado y motor, 150 cm de diámetro y 180 cm de alto

La británica de origen palestino Mona Hatoum (Beirut, Líbano, 1952) utiliza con frecuencia objetos y utensilios domésticos en sus obras, con los que busca nuevas formas de pensar sobre lo cotidiano. 

En una entrevista con Fietta Jarque en el año 2010, Mona Hatoum contaba: "La asociación de ideas y objetos siempre tiene muchas lecturas, casi tantas como personas. Hay una carga emocional que les da otros significados.El surrealismo me ha enseñado que hay que ver debajo de la superficie de las cosas [...]. Pero fue el descubrimiento del minimalismo cuando era estudiante lo que realmente me marcó. Tanto como el modernismo y el arte conceptual. El pensamiento riguroso, lo cerebral que logra su expresión por encima de lo meramente visual. En realidad soy el tipo de persona a quien le gusta que su obra tenga de todo: que sea visualmente atractiva, que te llegue tanto a nivel físico como emocional y que también te haga pensar. Si logro que cada una de mis obras funcione a cada uno de esos niveles, me siento satisfecha". 

      
  
Hot Spot III (punto caliente), de Mona Hatoum, año 2009. Acero inoxidable y tubos de neón, 234 x 223 x 223 cm. (Fotos: arriba, Nadine Averink, vía Les arts plastiques à Paul Claudel-d'Hulst; abajo, Nick Malyon, vía The original Neonneon

La obra, Hot Spot, le vino a Mona Hatoum a la mente en 2006, cuando Israel bombardeó Líbano. Y pensó que los puntos calientes ya no están restringidos a ciertas partes del mundo, sino que abarcan todos los continentes, tal como los ha destacado con neón rojo en este peculiar y elegante globo terráqueo. Lo que también contrasta, y enlaza, con el concepto de "punto caliente" (hotspot) cuando nos referimos a nuestro planeta como entidad física. 

El término "punto caliente" se introdujo en la teoría de tectónica de placas para explicar el volcanismo anómalo: el que ocurre lejos de los límites de placas (Hawái o Cabo Verde, por ejemplo) o el que se manifiesta en cantidades excesivas a lo largo de las dorsales oceánicas (Islandia). El geofísico estadounidense W. Jason Morgan formuló, en 1971, la hipótesis de los puntos calientes alimentados por penachos o columnas de material del manto terrestre a alta temperatura, que tendrían su origen en el límite entre el manto y el núcleo terrestres (es decir, a 2.900 km de profundidad), idea que ya fue sugerida ocho años antes por el geólogo canadiense Tuzo Wilson. En esa época empezaba a consolidarse, aunque con no pocas resistencias, el modelo global de tectónica de placas.

El origen de los puntos calientes, sin embargo, sigue siendo controvertido: una parte importante de los mismos podría explicarse mediante un estiramiento litosférico que facilita, a través de fracturas profundas, la formación y ascenso de roca fundida, o magma, a la superficie; en otros casos, sin embargo, estos puntos representan claramente la subida de material profundo desde la base del manto inferior, a través de los denominados penachos térmicos.

Fragmento de mapa del mundo en el que he señalado algunas áreas volcánicas cuya génesis se ha propuesto en ocasiones como debida a puntos calientes (hotspots) por efecto de penachos térmicos, aunque actualmente se considera que no todas ellas responden a este modelo (Canarias, por ejemplo). El mapa base, con los límites de las principales placas, proviene del editado en 2006 por USGS (Servicio Geológico de EE. UU.), Smithsonian Institute y U.S. Naval Research Laboratory  


"Veo, en un artículo sobre la producción reciente de un joven artista, la foto
de un montaje de arena en el piso. ¿Cuál es la obra? Puede ser arena del Sinaí
transportada a un museo de Alaska, o la idea es que los espectadores 
la desparramen, o se sienten encima,
 o se lleven un granito cada uno, o puede estar tapando una escultura de Brancusi...
No se puede fotografiar un concepto".
(César Aira, Sobre el arte contemporáneo, 2016) 

      
Próxima entrada: primera semana de agosto de 2017. Mientras, sean felices (con moderación).

    

La patata de Potsdam y otras miradas al planeta

sábado, 1 de abril de 2017


En esta ocasión he decidido meterme en el barro (lo cual, por otra parte, me encanta). Nadie mejor para empezar que con el artista catalán  Pere Noguera (La Bisbal de l'Empordà, provincia de Girona, 1941). Con una mirada tremendamente personal y centrada en el proceso artístico, más que en el resultado, Pere Noguera trabaja a menudo con un material tan común como es esa mezcla de tierra y agua, utilizándola como si fuera una pintura o un recubrimiento y espera como un simple observador el resultado del experimento: al secarse, las grietas aparecen en el fango (¿al azar?), creando nuevos significados. Un simple mapa cuarteado que da lugar a nuevas geografías y es, también, metáfora del paso del tiempo y de, tal vez, la arbitrariedad de las fronteras y de los territorios político-administrativos.
Mapa d'Espanya (Mapa de España), de Pere Noguera, año 1979. Tinta impresa y barro montados sobre madera, 26 x 34,5 cm. Obra de la colección del MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona)

Imagen de la península Ibérica del espectrorradiómetro incorporado al satélite Aqua, durante una ola de calor el día 1 de julio de 2004, que refleja la temperatura de la superficie terrestre: los colores rojos claros indican las temperaturas menos elevadas y los colores rojo-negruzcos las más altas, que ese día llegaron a ser de 59 ºC en la superficie del suelo, con temperaturas en el aire superiores a 40 ºC (imagen NASA, Earth Observatory)    

En la naturaleza, se observa el proceso con el que experimenta Pere Noguera: cuando el agua desaparece de la superficie en depresiones, áreas llanas o embalses con sedimentos acumulados de grano fino, los minerales arcillosos la retienen aún en gran cantidad. Si se produce una intensa evaporación, el material se contrae por pérdida de volumen y se generan esfuerzos que se liberan a través de la rotura del sedimento. Las grietas se manifiestan en la parte superficial, donde el material se seca más rápido que en los niveles subyacentes. Y a menudo se repiten este tipo de imágenes cuando se habla de sequía: 

  Grietas de desecación (mud cracks o desiccation cracks), con un característico patrón en polígonos de pocos lados: en este caso, la mayoría son de 4 o 5 segmentos, aunque se puede identificar alguno de tres. La foto está tomada en la llanura de inundación del río Guadiamar (Sevilla, España), pero no en verano, sino en diciembre de 2009  (foto: Joaquín del Val) 

Pere Noguera, en una entrevista publicada en 2013 en la revista Situaciones, contaba: "Quizás una de las claves es la de darse cuenta que el arte puede estar en cualquier cosa y en cualquier lugar y a partir de ahí generar nuevos procesos [...]. Por otra parte, mi relación con el arte y la cultura se podría decir que es mucho más física y visceral que intelectual y que parto siempre de la realidad para realizar un acto más poético que estrictamente comunicativo [...]. También he sido un artista bastante solitario en la búsqueda de mi camino. No he estado demasiado interesado en los grupos organizados, como otros artistas de mi generación". Y, sin embargo, la influencia que ha ejercido en artistas más jóvenes, como en el mexicano Bosco Sodi, es indiscutible. 

Sabates cobertes de fang (Zapatos cubiertos de fango). Pere Noguera, 1982. De esta técnica artística, la "enfangada", que ha utilizado en muchas de sus obras, ha dicho: "El paisaje vuelve una y otra vez mezclado con la idea del monocromo, que siempre ha sido importante para mí. En una enfangada no ves los objetos, pero los reconoces" 

El agrietamiento del suelo supone, desde el punto de vista edafológico, una alteración en el transporte de humedad y nutrientes hacia las raíces de las plantas, empeorando así sus propiedades agrológicas. Las grietas también pueden modificar negativamente la capacidad portante y la estabilidad de las cimentaciones y afectar a algunas de las propiedades mecánicas de los suelos, especialmente a su resistencia: en este sentido son parámetros críticos el espaciado entre las grietas, la conexión entre ellas y la profundidad que pueden llegar a alcanzar. Los interesados pueden ver, al respecto, este artículo de Hervé Peron, del Laboratorio de Mecánica de Suelos de la Escuela Politécnica de Lausana, Suiza, y otros, publicado en 2012.

Por ello es de gran interés conocer cómo se desarrollan, a qué velocidad se propagan y qué modelos geométricos adquieren las grietas. Las características físico-químicas y mineralógicas del sedimento, así como la temperatura y porcentaje de humedad parecen ser los factores que controlan el proceso. Ensayos de campo, modelos de laboratorio y modelos matemáticos son las principales herramientas de investigación para comprender y predecir este fenómeno. En cualquier caso, es un tema de gran complejidad por la cantidad de variables que intervienen y las modificaciones que genera cualquier pequeña heterogeneidad. 
Ejemplo de simulación de grietas en barro y de su desarrollo a lo largo del tiempo, mediante métodos de computación gráfica. Realizado por Hayley Iben y James O'Brien, de la Universidad de California-Berkeley, en 2006 

No sólo, claro, este tipo de grietas afectan al barro, sino también a otro tipo de sustancias. Como, por ejemplo, al óleo. En un trabajo de muy reciente publicación, de enero de 2017, el investigador chileno Juan César Flores (Instituto de Alta Investigación, Universidad de Tarapacá, Arica) muestra los resultados obtenidos sobre el estudio de las grietas en el famoso cuadro La joven de la perla. El estudio combina el análisis teórico junto con métodos de computación gráfica para el tratamiento de la imagen. Con todo ello establece las ecuaciones que rigen los patrones geométricos de rotura, que serían función del espesor de la capa de óleo: la mayor densidad de grietas, con polígonos más pequeños, se debería a un menor grosor de la pintura, que seca más rápidamente. 

Aunque haría falta un estudio tridimensional de la pintura para comprobar la correcta relación numérica que establece, teórica, entre densidad de grietas y espesor de óleo, se abre una nueva e interesante línea de investigación aplicada a la conservación y restauración de obras pictóricas. 
Imagen parcial de La joven de la perla (hacia 1665-1667), del pintor flamenco Johannes Vermeer, junto a un modelo de grietas de desecación que aparecen en el rostro de la chica. La menor densidad de grietas en la mejilla derecha (en la que no se ve el pendiente) que en la izquierda podría ser debida a un mayor grosor de la capa de óleo: Vermeer habría agregado más pintura para iluminar ese lado de la cara, de donde viene la luz. Imagen ® Royal Society of Chemistry, vía Chemistry World

El estadounidense Erik Sommer (Duluth, Minnesota, 1978) parece querer retratar en sus obras, sean lienzos o esculturas, la degradación, el abandono o el olvido de lugares y espacios. Pero esas grietas, malditas en muchos cuadros, son en los suyos vibrantes, casi hipnóticas protagonistas:
 Your favourite song (Tu canción favorita) 3 y 4, de Erik Somer. Ambos cuadros, de 30 x 20 cm, realizados con yeso, óleo, acrílico y cemento sobre lienzo

Las grietas de desecación también aparecen, por supuesto, en el registro geológico. Cuando es así sabemos que el antiguo barro, ahora piedra, estuvo expuesto al aire libre. A veces, además de las grietas poligonales, encontramos otras sorpresas: 



Sobre el barro húmedo, que más tarde se secó y agrietó, caminaron dinosaurios y dejaron sus huellas. En este caso, las fotos de detalle de las icnitas (huellas fósiles) corresponden a un dinosaurio ornitópodo (con cadera de ave), bípedo y herbívoro; la roca, un bloque caído del acantilado, es una caliza margosa de la Formación Tereñes (Jurásico Superior, hace unos 155 millones de años). Acantilados de Tereñes, al oeste de Ribadesella (Asturias, España). Fotos: Joaquín del Val

Viajando en busca de estas grietas podemos llegar hasta Marte. El robot Curiosity, de la NASA, ha permitido obtener unas impresionantes imágenes en las que se pueden ver lo que serían, como escenario más probable, las primeras grietas de desecación detectadas hasta ahora en ese planeta, sobre una pequeña losa de roca. Los sedimentos originales habrían tenido, por tanto, una cierta cantidad de agua: aunque, eso sí, se estima que la roca es de hace más de 3.000 millones de años. Los polígonos cerrados por las grietas son, en su mayoría, de 4 y 5 lados.
        Probables grietas de desecación en esta losa de roca marciana. El ancho de la vista corresponde a unos 90 cm y se ha realizado a partir de la combinación de tres imágenes tomadas por el robot Curiosity. Imagen NASA/JPL-Caltech/MSSS

Finalizo con la artista estadounidense Alice Aycock (Harrisburg, Pensilvania, 1946). En una de sus obras iniciales, que ha rehecho y expuesto de nuevo hace pocos años, una red en ángulos rectos contrasta con la geometría de las grietas de desecación. Lo aleatorio (o no tanto) en el barro se encuentra con la barrera de los tabiques. El rojo de la arcilla y sus grietas intentarán ganar la partida. Veremos.

Clay 2 (Arcilla 2), de Alice Aycock, 1971-2012. Detalle y vista del conjunto instalado en la exposición "Ends of the Earth: Land Art to 1974", celebrada en 2012 en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, California. Obra realizada con arcilla mezclada con agua en una estructura de madera, formada por 16 elementos de 121 x 121 x 165 cm (foto de detalle: Maximilian Geuter; foto de conjunto: Brian Forrest)
    
Próxima entrada: primera semana de junio de 2017. Mientras, sean felices (con moderación).
   
   
 

El barro se agrieta