jueves, 8 de diciembre de 2016

Un tsunami (ola de puerto en japonés) se puede desencadenar por diferentes causas: un deslizamiento submarino (como el ocurrido en Papúa Nueva Guinea, en 1998), un gran derrumbe de tierras hacia el mar (bahía de Lituya en Alaska, en 1958, donde se desprendieron más de 30 millones de metros cúbicos de tierra y roca, lo que dio lugar a una gigantesca ola de más de 500 metros de altura, la más grande de la que se tiene noticia), una explosión volcánica (la del Krakatoa, en 1883; la del volcán Santorini, en el mar Egeo, que afectó gravemente a las costas de la civilización minoica unos 1.600 años antes de nuestra era) o bien un impacto de un gran meteorito en el mar (nunca observado directamente), entre otros orígenes. Pero el factor desencadenante más habitual, con diferencia, es debido a los terremotos submarinos.

    Obra de la artista estadounidense Janet Echelman, titulada 1.8. La escultura, tejida con fibra de nailon de antiguas redes de pesca y cuerdas, corresponde a un mapa de la energía liberada a lo largo del océano Pacífico durante el terremoto y consiguiente tsunami de Tohoku, un evento tan potente que fue capaz de modificar el eje de rotación de la Tierra y acortar el día en que se produjo en 1,8 millonésimas de segundo  

Otra vista de 1.8, de Janet Echelman, en la galería Renwick (Smithsonian American Art Museum, Washington D.C., EE. UU.), en el año 2015. Las ondas del suelo evocan el movimiento ondulatorio que da origen a las olas del tsunami 

Tras los devastadores tsunamis de este siglo XXI (océano Pacífico, 26 de diciembre de 2004: 265.000 fallecidos en 15 países; Tohoku, 11 de marzo de 2011: más de 18.000 fallecidos en Japón), no pocos artistas han realizado obras que recrean o recuerdan estos eventos, desde sus propios sentimientos o reflexiones. Janet Echelman (Tampa, Florida, 1966) comenta que con esta obra, 1.8, pretende "mostrar la interconexión en nuestro mundo: cuando algo se mueve todo lo demás resulta afectado". 

  
Recreación de la obra 1.8, de Janet Echelman, en Londres (expuesta junto a la estación de metro de Oxford Circus en 2016). Está realizada con fibras trenzadas de nailon y polietileno de alta resistencia, que se ilumina de noche con luces de colores. Tamaño de la red: 30 x 14 x 6 metros

José María Sicilia (Madrid, 1954), un artista muy vinculado a Japón, se trasladó a ese país poco después del destructivo tsunami de Tohoku, agravado por el desastre nuclear que se produjo a consecuencia del tsunami en la central nuclear de Fukushima, una de las seis prefecturas de esa región. Fruto de esa experiencia nació Fukushima. Flores de invierno, un proyecto artístico complejo que incorpora muy diferentes técnicas y soportes: grabaciones recogidas durante la catástrofe, incluyendo el sonido de los pájaros en aquellos momentos, pinturas, vídeos testimoniales, piezas de resina o, incluso, obras de los talleres que Sicilia realizó con niños de las zonas afectadas. Este es el significado de su trabajo, según sus propias palabras: "El accidente es lo que sucede, lo que sobreviene de forma imprevista en el sistema de nuestras vidas, lo inesperado, la sorpresa... Sin embargo todo estaba ya ahí. El accidente nos es revelado cada día, oculto hasta que sale a la luz. El accidente está íntimamente unido con el tiempo, con el instante, con la vida. Toda sustancia es materia para el accidente. El tiempo todo lo devora. Somos la imagen de una imagen, un eco. Un instante es el canto de un pájaro. El azar se nos parece cada vez más y el miedo empieza a ser la pasión de la vida". 

    
Un país llamado Accidente (2012), de José María Sicilia. Banderas de tela con impresión digital, 250 x 140 cm. Estas obras corresponden a la traducción del sonido del tsunami registrado en la Universidad Politécnica de Barcelona en 3D y transformado a 2D. Incluidas en su proyecto artístico Fukushima. Flores de invierno

Una de las obras de El instante II (2013), realizadas con tinta sobre papel japonés, 213 x 152 cm. Perteneciente al proyecto de José María Sicilia Fukushima. Flores de invierno

Una muestra de las creaciones en los talleres Castillos de arena (2012-2013), llevados a cabo por José María Sicilia con alumnos de escuelas y colegios de zonas afectadas por el tsunami y el accidente nuclear, asistidos por "Therapy & School I am". Proyecto Fukushima. Flores de invierno

Las marcas geológicas y geomorfológicas de los tsunamis se deben a su alta capacidad para erosionar y depositar sedimentos, tanto en áreas emergidas como sumergidas de las zonas costeras. Son consecuencia de la inundación (el paso de las olas hacia tierra) y del retroceso del tren de olas. Los efectos dependen no sólo de las características de las olas, sino también de la morfología de la costa y de su plataforma submarina.      

Las huellas erosivas en las zonas emergidas se manifiestan muy claramente en la rotura de cordones y flechas litorales (con la consecuente creación de nuevas bocas o ensenadas), el desplome de bloques en acantilados o por la erosión generalizada en desembocaduras de ríos y canales mareales, además de la que se puede producir en bermas de playas y en sistemas dunares del litoral. 

La sedimentación en las orillas crea depósitos muy variados, tanto en tamaño como en la orientación y disposición de sus componentes. Pueden llegar a depositarse grandes bloques de hasta decenas de toneladas. Son muy frecuentes los niveles de arena más gruesa que las de capas situadas inmediatamente por debajo, previas al tsunami. El contacto entre estas nuevas capas y las que ya existían suele aparecer como una superficie irregular, que se produce por la erosión inicial de la ola al llegar a la costa en unos materiales previamente debilitados por las vibraciones del terremoto y por la variación súbita en la presión que ejerce la gigantesca ola sobre los granos de arena (se dice, por ello, que dicha superficie es erosiva). Además, las capas de arenas gruesas suelen acabar cubiertas por otras de sedimentos más finos, formando unas secuencias granodecrecientes que reflejan tanto la pérdida de energía de las sucesivas olas del tsunami como el depósito de las olas en su movimiento de retroceso. 

La disposición geométrica de los componentes depositados varía enormemente, ya sea dentro de un mismo depósito o al comparar los resultados entre capas originadas por diferentes tsunamis. Esto da idea de la enorme variabilidad de procesos que, en detalle, intervienen en su sedimentación. Entre otras muchas estructuras es posible encontrar láminas horizontales paralelas (pero también estratificaciones cruzadas), láminas y niveles contorsionados y replegados durante la sedimentación o, incluso, bloques y cantos imbricados (es decir, más o menos paralelos e inclinados en el mismo sentido, opuesto al del oleaje). También hay ocasiones en que apenas muestran ninguna ordenación o disposición especial.                 

Es muy habitual que estos sedimentos contengan una relativa abundancia de organismos marinos ajenos al ambiente en que se han depositado (foramíniferos y otros microfósiles, incluso conchas de moluscos). 

                         Los abanicos arenosos de desbordamiento (washover fans) son cuerpos sedimentarios indicativos de tsunamis. Los que aparecen aquí se sitúan en el estuario del Guadalete (próximos a la localidad de El Puerto de Santa María, provincia de Cádiz, suroeste de la península ibérica). Fueron los primeros depósitos superficiales de tsunami descritos en España. Los del recuadro 1 (a, b, c, d), parcialmente degradados, se han atribuido al tsunami ocurrido entre los años 218 y 209 antes de nuestra era. Los del recuadro 2 (p, q, r, s) se habrían originado por el tsunami desencadenado por el terremoto de Lisboa, de 1 de noviembre de 1755, que afectó a numerosas localidades de la costa de Portugal, Marruecos y España (por ejemplo: la localidad de Isla Cristina, en la provincia de Huelva, fue destruida por la inundación y hubo de ser reubicada; la de Conilete, en la provincia de Cádiz, arrasada y abandonada definitivamente; en la ciudad de Cádiz se produjeron pérdidas económicas importantes y, como en muchas otras poblaciones litorales, de vidas humanas) 

    Grandes bloques imbricados (aproximadamente paralelos e inclinados hacia el mar), en la punta meridional del Cabo de Trafalgar (provincia de Cádiz). En este caso, los bloques fueron arrancados y elevados hasta 6 metros desde la plataforma rocosa intermareal. Algunos investigadores han señalado su posible formación como consecuencia del tsunami de Lisboa de 1755, pero no existen datos suficientes para asignarlo a ese evento concreto (foto: Joaquín del Val)

Los ejemplos anteriores provienen del golfo de Cádiz (el arco litoral que se extiende al suroeste de la península ibérica, entre el cabo de San Vicente, en Portugal, y el estrecho de Gibraltar). Desde la década de 1990, y especialmente en los últimos diez o doce años, varios grupos de investigación, muy activos, están estudiando los depósitos de tsunamis (a veces llamados tsunamitas) de esta franja costera. Sobre todo, de universidades españolas y portuguesas, aunque también de otros países europeos. El interés de esta zona reside en varios motivos: en primer lugar, está situada próxima al límite entre las placas de África y Eurasia, al que se asocian diferentes fallas activas que han generado tsunamis a lo largo de la historia (al menos 16 en los últimos 2.300 años, entre los que se incluye el terremoto y tsunami de Lisboa, el más devastador). En segundo lugar, existen diferentes estuarios que permiten una buena conservación e identificación de estos depósitos (entre los más estudiados figuran los del Tinto-Odiel, Guadalquivir y Guadalete, en España, y los pequeños estuarios portugueses de Boca do Rio y Martinhal). Finalmente, al tratarse de una franja costera con un largo historial de ocupación humana, de casi 7.000 años, el registro arqueológico, en conexión con el morfosedimentario, facilita la obtención de una mejor información sobre la actividad y fechas de los tsunamis. 

En este artículo del año 2015 (escrito en castellano) Joaquín Rodríguez-Vidal y otros dos investigadores de la Universidad de Huelva, realizan una amplia revisión del estado del conocimiento en el golfo de Cádiz en lo que respecta a estos y otros eventos marinos extremos (grandes tempestades) y su relación con los asentamientos costeros.   

   La capa oscura (un metro aproximado de espesor) se ha identificado e interpretado como un depósito de tsunami por los investigadores alemanes Koster y Reicherter (publicado en la revista Sedimentary Geology, 2014). Se localiza en la parte superior del pequeño acantilado situado entre las localidades de Barbate y Zahara de los Atunes (provincia de Cádiz). Se ha datado con una antigüedad de unos 4.000 años y representa, a día de hoy, el tsunami con registro geológico más antiguo del Holoceno (últimos 11.000 años) en el Golfo de Cádiz. Un grupo de investigadores de la Universidad de Huelva y de otras instituciones científicas, encabezado por Antonio Rodríguez-Ramírez, también ha identificado un depósito correspondiente a un evento marino de alta energía de esa misma edad, en el estuario del Guadalquivir (publicado en la revista Quaternary Research, 2015). Foto: Joaquín del Val

Detalle del depósito de tsunami de la foto anterior. Se aprecian algunas características comunes a sedimentos de esta génesis: un nivel inferior de cantos gruesos en la base, parcialmente imbricados hacia el mar, con restos de grandes conchas (círculo rojo); hacia arriba de ese nivel aparecen arenas que pasan a limos arenosos (una secuencia granodecreciente) sin ordenamiento interno. En otros puntos del talud se observan diferentes rasgos sedimentológicos también muy típicos en depósitos de este origen (foto: Joaquín del Val)

En numerosos emplazamientos y épocas geológicas, en todo el mundo,  se han descrito depósitos de tsunamis. El más antiguo, en Australia, data de hace 3.500 millones de años. Este, al igual que una parte muy importante de los reconocidos en el registro geológico pre-Cuaternario, se debió al tsunami causado por un impacto meteorítico. Los depósitos del tsunami provocado por el meteorito, de tamaño kilométrico, que cayó en las aguas del primitivo mar Caribe, al final del Cretácico (desencadenante de la extinción de los dinosaurios y de otras muchas especies) se han encontrado en varios lugares próximos al golfo de México y en el Atlántico Norte, pero son registros aún muy escasos para la magnitud, planetaria, que tuvo el tsunami.

El reconocimiento y caracterización de los depósitos originados por tsunamis, un objeto de estudio relativamente nuevo, ayuda a entender la importancia de los fenómenos catastróficos en la historia de la Tierra. Pero no sólo: los depósitos más modernos, del Holoceno, nos informan sobre la evolución reciente del paisaje litoral, así como sobre el papel que han jugado estos eventos extremos en los asentamientos históricos costeros. También aportan conocimiento sobre los mecanismos, procesos y sistemas de propagación e inundación de los tsunamis y la recurrencia e intensidad de los mismos. Lo que permitirá, progresivamente, mejorar los planes de mitigación de riesgos en zonas litorales. 

Acabo con una obra de la artista y diseñadora estadounidense Paula Scher (Washington D.C., 1948): uno de sus mapas, de gran tamaño, que es un relato del tsunami del océano Pacífico, en el año 2004, y, sobre todo, de los países afectados. 

                  Tsunami, obra de Paula Scher de 2006. Acrílico sobre lienzo, 288 x 234 cm

Nota geológica, reflexión final     

Las grandes tempestades o tormentas marinas forman depósitos con los mismos rasgos sedimentarios, básicamente, que los originados por tsunamis. Por tanto, la asignación de una determinada capa o secuencia de capas como tsunamigénica es una interpretación que necesita un cuidadoso análisis y valoración del contexto geológico y del marco tectónico y sismológico, así como de las particularidades geológicas, (paleo)geomorfológicas y oceanográficas del área afectada, de la que no siempre se dispone de la suficiente información (especialmente en las capas más antiguas, precuaternarias). 

Cuando no se puede precisar si los sedimentos se han originado por tsunamis o por grandes tempestades, estos se designan como depósitos de eventos marinos de alta energía (high-energy marine deposits, high-energy wave deposits o también extreme wave event deposits). 

Algunos depósitos interpretados como tsunamigénicos (sobre todo, anteriores al Cuaternario) son bastante especulativos y, probablemente, erróneos. Y habrá que volver a reinterpretarlos. A la inversa, se están identificando depósitos formados por tsunamis a los que se había atribuido otro origen o este era incierto. En fin, así avanza la ciencia

En este campo de estudio, tan joven, es imprescindible seguir mejorando en el conocimiento de los efectos geológicos, erosivos y sedimentarios, de los tsunamis más recientes para reconocer e interpretar adecuadamente los ocurridos en otras épocas geológicas. Ya saben: el presente es la clave del pasado (James Hutton dixit). Y tal vez sea también la clave del futuro. 








     

Tsunami, el tren de olas

lunes, 17 de octubre de 2016

"Is a dream a lie if it don't come true
Or is it something worse
That sends me down to the river"
(¿Es un sueño una mentira si no se hace realidad / o es algo peor / lo que me lleva al río?).
The River, Bruce Springsteen.


Un río es el eje principal de evacuación de agua y sedimentos de su cuenca fluvial o hidrográfica, sistema dinámico que se articula a través del conjunto de la red hidrográfica y que es el reflejo, en última instancia, de las condiciones climáticas, geológicas y de vegetación tanto actuales como por las que ha pasado a lo largo del tiempo.

Los ríos se diferencian, principalmente, por su geometría en planta, geometría que responde a esos factores determinantes en el conjunto de la cuenca y a una serie de aspectos específicos, derivados de aquellos e interrelacionados entre sí: caudal de agua y régimen hidrodinámico, caudal sólido transportado (tanto en cantidad como en tipo: carga en disolución, en suspensión y carga de fondo), pendiente, anchura y profundidad del propio canal fluvial, características de los tributarios y, finalmente, situación del tramo fluvial en el conjunto de la cuenca hidrográfica (en zona de cabecera, en zona media o en zona de desembocadura). Son dos los parámetros que se manejan para caracterizar esas diferentes formas en planta de los ríos: sinuosidad del canal y división o no del mismo en brazos (ríos de un solo canal o ríos de múltiples canales). 

Tramo fluvial de un único canal y de muy alta sinuosidad, tal como muestra la tortuosidad de sus meandros. La imagen (anchura de 52 km) corresponde a un tramo del río Juruá (o Yuruá), uno de los grandes ríos amazónicos, en un sector comprendido entre las localidades de Eirunepé e Itamarati (Brasil). Si haces clic aquí, puedes ver algunos elementos característicos de su morfodinámica y sedimentación asociada. Al igual que muchos otros ríos de elevada sinuosidad, transporta una gran cantidad de sedimentos en suspensión. La cuenca amazónica es, desde el punto de vista de su geomorfología y ambientes sedimentarios aluviales (actuales y pasados), el sistema fluvial más complejo y variado de la Tierra, con ríos que muestran significativas diferencias en cuanto a sus patrones geométricos y al tipo y carga de sedimentos transportados, así como de vegetación, relieve y geología en que se asientan sus cuencas de drenaje. Imagen a partir de Zoom Earth (clic en los términos en rojo para información relacionada)     
  
The River of Love (El río del amor), de Juan Uslé. Vinilo, dispersión y pigmentos sobre lienzo, 61 x 46 cm, años 1998-1999

Juan Uslé (1954, Hazas de Cesto, Cantabria, España), afincado en Nueva York desde hace casi treinta años, es creador de obras muy poéticas y, a veces, sumamente inquietantes. Con los títulos de sus cuadros pretende acercarse más al espectador: "Necesito las palabras para titular, no creo en la pintura abstracta concebida sólo como un ejercicio de búsqueda formal referida a ella misma. El arte, y la pintura, se dirige al mundo, por ello se expone; no sólo para ser vendida, como irónicamente aseguran sus detractores. [...] Necesito los títulos, como una señal vinculada a la vez con el proceso y su devenir, con su problemática y cuestionamientos; y también como nexo con la actualidad, con el momento en que vivo, eso que comparto con aquellos a los que voy a mostrar mi obra" (de una entrevista en 2003).

Los ríos ocupan un lugar destacado en su obra, especialmente en una familia de cuadros titulada Soñé que revelabas, que pinta siempre de noche, sobre lienzos del mismo formato, a base de repetir pinceladas del mismo tamaño y procurando seguir el sonido de su pulso y el ritmo de los latidos de su sangre: "En su proceso sigo siempre el mismo planeamiento, no pintar nada, pintar sin idea, y procurar que el proceso sea siempre el mismo y me lleve al mismo lugar: el vacío.[...] Trato únicamente de repetir siempre el mismo cuadro, guiado por la idea y la posibilidad, según Borges imposible, de la repetición. No sé hasta donde seguiré. Supongo que continuaré haciendo Soñé que revelabas hasta que me aburra, me vacíe, o cuando sienta, verifique, que ya he conseguido hacer dos perfectamente iguales; entonces habré encontrado el mismo libro por segunda vez en la biblioteca de Babel" (de una entrevista en 2013, publicada en La Tundra Revista).

He elegido de esa colección de cuadros estos dos, que se refieren a ríos meandriformes
      
Izquierda: Soñé que revelabas (Danubio), año 2016. Derecha: Soñé que revelabas (Mississippi), año 2013. Ambos cuadros, de Juan Uslé, están realizados con vinilo, dispersión y pigmentos secos sobre lienzo de 275 x 203 cm

Los ríos de múltiples canales se caracterizan por la presencia de diferentes brazos separados por islas o barras fluviales. Hay tres grandes tipos. Los entrelazados o trenzados (braided rivers) muestran una red de canales inestables, con barras móviles desprovistas de vegetación que se inundan en los episodios de crecidas periódicas; suelen, además, tener una alta pendiente longitudinal y transportan una elevada proporción de carga de fondo (partículas gruesas que son movidas por el agua mediante saltación, rodamiento o arrastre). Los ríos anastomosados (anabranching o anastomosing rivers) presentan islas fluviales estables, a menudo densamente vegetadas, que no suelen inundarse en los periodos de crecidas ordinarias y que persisten durante décadas, incluso milenios; la relativa abundancia de carga en suspensión transportada por estos ríos (material fino, de carácter fangoso) favorece, precisamente, la estabilidad de sus islas fluviales: están formadas en gran parte por esos sedimentos finos, limo-arcillosos, que son cohesivos y proporcionan por ello estabilidad a sus islas, a lo que también contribuye el papel de sostenimiento que realiza la vegetación, sobre todo las plantas herbáceas y arbustivas. 

El tercer tipo, muy particular, de ríos multicanal se corresponde con los denominados sistemas fluviales distributivos (distributary fluvial systems, DFS), formados por una red radial de brazos pobremente canalizados y depósitos asociados (sobre todo arenas y fangos) que se desarrollan a partir de un ápice, en donde el río sale de un valle encajado o confinado y entra en una cuenca de sedimentación. Son ríos que dan lugar a abanicos aluviales y que pueden llegar a tener una considerable extensión, de hasta cientos de miles de kilómetros cuadrados (los mayores del mundo son los abanicos gigantes de la llanura del Chaco, región que se extiende al pie oriental de la cordillera de los Andes por Bolivia, Brasil, Argentina y Paraguay). 

Para ilustrar los distintos modelos fluviales, tanto unicanales como de múltiples canales, he preparado un ejemplo con diferentes ríos del mundo, que puedes ver haciendo clic aquí

         Río White, en el estado de Washington (EE. UU.), entre las localidades de Buckley y Greenwater. Es un muy buen ejemplo de río multicanal, de carácter trenzado o entrelazado (braided river). Anchura de la imagen: 1,3 km. Imagen vía Zoom Earth


Vistas de detalle (arriba) y conjunto de la instalación Something missing (Algo falta), de Hannah Quinlivan. Acero galvanizado y cable de PVC, de dimensiones variables, alrededor de 330 x 150 x 20 cm. Año 2013 

La artista australiana Hannah Quinlivan teje recuerdos desafiantes, turbulentos, enredados en sí mismos, en marañas de las que no parece existir escapatoria. Por eso, al ver sus instalaciones, el espectador (tú, yo) se siente atrapado por ellas (¿literalmente?). En una entrevista de este mismo año, Quinlivan cuenta: "Al igual que los ríos, los recuerdos fluyen. Cambian y son variables, inestables y pasajeros, siempre en camino a otros destinos, nunca fijos ni seguros de sí mismos. Pero los recuerdos están inevitablemente conectados con lo real, se enraízan en lo concreto, en espacios, en gestos, en imágenes y en objetos, se materializan en las cosas. [...] A través de la memoria, lo simbólico se hace palpable y geográfico, como las orillas de un río cubiertas de los lodos dejados por una inundación".

Imperfect Translations (Traducciones imperfectas), de Hannah Quinlivan. Performance realizada en Sidney (Australia) en el año 2014, con Rachel Hilton y Sarah Hamilton


Areniscas con niveles de conglomerados del Buntsandstein (término alemán que significa, literalmente, arenisca de colores), una unidad geológica depositada en el Triásico Inferior a Triásico Medio (entre hace unos 240 a 250 millones de años). Está ampliamente representada en muchos lugares de Europa y en otras partes del mundo (Canadá, China,...). Estas rocas se han interpretado, desde hace años, como antiguos sedimentos de ríos trenzados (braided rivers), generalmente de baja sinuosidad. Las fotos son de afloramientos próximos a Tiermes (Cordillera Ibérica, Soria, España). Fotos: Joaquín del Val

Los sedimentos de origen fluvial que aparecen en el registro geológico se corresponden, por aplastante mayoría, con depósitos originados por ríos trenzados (como los de las fotos de aquí arriba), a veces con extensiones y espesores muy considerables. Surge aquí una interesante paradoja: los ríos actuales más grandes de la Tierra, los de mayor caudal, son todos ellos globalmente de carácter anastomosado (entre los veinte mayores figuran ríos como el Amazonas, Congo, Orinoco, Yangtsé, Paraná, Marañón o Mekong, con una sola excepción a esta regla: el meandriforme Misisipi). ¿Por qué, sin embargo, apenas tienen representación este tipo de ríos en el registro geológico?

En un excelente (y extenso) artículo, publicado el pasado año 2015 en la revista Earth-Science Reviews, el geólogo argentino Edgardo Latrubesse, actualmente en la Universidad de Texas en Austin, realiza un análisis crítico, con abundantes datos e impecables argumentos, sobre los distintos tipos de grandes sistemas fluviales actuales y el papel que han desempeñado a lo largo de la historia geológica. Aun reconociendo que son necesarios análisis y estudios más detallados, apunta como hipótesis muy fundamentada el protagonismo de la vegetación en el desarrollo y mantenimiento de los patrones anastomosados de los grandes sistemas fluviales. De hecho, tal como señala, los ríos anastomosados pudieron empezar a generalizarse a partir del Carbonífero (hace 360 millones de años), cuando se produjo una gran diversificación de la vegetación terrestre y de ribera, pero realmente este tipo de ríos empezarían a ser abundantes, diversos y equivalentes a los actuales, con sedimentos finos ocupando sus llanuras de inundación, sólo a partir del Terciario (y más concretamente, hacia el límite entre el Oligoceno y el Mioceno, hace unos 35 millones de años), cuando precisamente se produjo la gran invasión de plantas herbáceas en el medio terrestre: estas son las plantas pioneras que inician la colonización y estabilización de las islas fluviales y de otros espacios de la llanura de inundación. Y que, incluso, atrapan importantes cantidades de sedimentos finos transportados por el río. 

El artículo, con el sugerente título de Large rivers, megafans and other Quaternary avulsive fluvial systems: A potential "who is who" in the geological record (no solo los artistas ponen emocionantes títulos a sus obras), lo puedes ver o descargar desde aquí.  

En otra ocasión volveré a hablar de los ríos. Tal vez de los ríos en roca, de los que no he comentado nada en esta entrada. Me despido ahora con un comentario  sobre una famosísima exposición de arte (que algunos lo suscribirían en nuestros días, o incluso se atreven a hacerlo sobre el arte que no comprenden, o que no les gusta, y que por algún motivo parece irritarles): 

¿Para qué han reunido a todos esos dementes y han mostrado sus obras al público si no tienen ningún valor estético? ¿Qué significa esta nueva farsa? ¿Quién los protege? 
(J. B. Hall, crítico de arte, tras visitar el Salón de Otoño de 1905, en París, donde expusieron Matisse, Vlaminck y Derain, entre otros).            

    

  

Abstracciones fluviales

jueves, 22 de septiembre de 2016


La erosión es un proceso geológico natural que actúa en toda la superficie emergida del planeta. Tiene su origen en la capa gaseosa que envuelve a la Tierra, la atmósfera, y en la existencia de un potencial regular que afecta asimismo a todo el planeta: la gravedad. La expresión erosión acelerada sintetiza los efectos de la erosión causados por el hombre, de forma directa (eliminación de la cubierta vegetal, modificación del relieve y de los sistemas de drenaje, etc.) o indirecta (calentamiento atmosférico, con progresivo ensanchamiento de los cinturones áridos subtropicales, entre otras consecuencias). 

Este último aspecto, el de la erosión antrópica, es el que ha reflejado en algunas de sus obras la artista colombiana Leyla Cárdenas (haz clic en todos los términos en rojo para información relacionada), nacida en Bogotá en 1975: la erosión producida por el hombre en un entorno urbano, la destrucción de una calle y el material que asoma bajo su superficie, el paso del tiempo, el desgaste de la materia. Cárdenas, en una entrevista publicada en octubre de 2012: "Observo la ciudad y la arquitectura en términos de decantación, acumulación y ruina. Los recorridos atentos por el paisaje urbano me dan material de trabajo [...]. Me he concentrado en la posibilidad de aprehender o dar consistencia material a la elusiva idea de Tiempo. Y el trabajo con materiales que guardan en su interior años y años de sustratos decantados me da la posibilidad de abrir esa dimensión espacio-temporal [...]. Los materiales se pueden ver como la ruina de lo que fueron, es un acceso al pasado que inevitablemente está anclado en el presente". 

             
Izquierda: Fracción Calle 26 # (de la serie "Lo deshecho", año 2011), de Leyla Cárdenas. Impresión giclée, 60 x 70 x 2 cm
Derecha: Chimenea de hadas, una particular forma resultante de la erosión. Se ha desarrollado sobre depósitos volcánicos de flujo piroclástico de la Formación Ürgüp, de edad Mioceno superior-Plioceno (cerca de Çavusin, en Capadocia, Turquía). La piedra que la corona proviene de un nivel superior de mayor dureza y consolidación (de idéntica génesis, no es lava), que ha protegido la columna y la ha aislado de la erosión actuante en su entorno. Foto: Joaquín del Val 

Una morfología de erosión mucho más extendida es la denominada "malas tierras", o badlands. Los conquistadores españoles llamaron "malas tierras" a ciertas áreas del sur y suroeste de Estados Unidos para referirse a laderas naturales intensamente abarrancadas, con vegetación muy dispersa o inexistente y no aptas para la agricultura (y ahora nos vuelve, siglos después, la misma expresión, pero directamente en inglés). El término se ha generalizado para incluir zonas de topografía rugosa y accidentada, a menudo con una densa red de drenaje en surcos y cárcavas. Se pueden generar en un amplio abanico de rocas, aunque entre las más susceptibles figuran las rocas limo-arcillosas y las margas (rocas intermedias entre arcillas y calizas). 

   Badlands en la Cuenca de Guadix (cerca de Gorafe, provincia de Granada, España). Se trata de una de las cuencas situadas en el interior de la Cordillera Bética, rellenas por sedimentos que abarcan desde el Mioceno superior al Cuaternario; los sedimentos se depositaron cuando la arquitectura principal de la Cordillera ya había quedado configurada. El nivel plano superior que se aprecia en la fotografía está formado por un conglomerado de matriz arcillosa roja con costras calizas. Por debajo de esa superficie aparece una marcada morfología en cárcavas y barrancos que afectan a las arcillas, limos, arenas y conglomerados de origen fluvial (coloración rojiza) y a las margas, formadas en antiguos lagos (niveles blanquecinos). Los badlands presentan una considerable extensión en el sureste de la península ibérica, especialmente en las provincia de Granada, Almería y Murcia, con frecuencia asociados a este mismo contexto geológico: cuencas interiores de la Cordillera Bética, formadas con posterioridad a su configuración (por eso se las llama cuencas postorogénicas). Foto: Joaquín del Val  

Esta morfología, cómo no, es objeto de interés por parte de diferentes artistas. Me ha llamado especialmente la atención este proyecto de colaboración entre la empresa Zeitguised (un estudio de artistas, diseñadores y técnicos, radicado en Berlín) y el fotógrafo israelí Ben Sandler (Haifa, 1985), titulado Badlands. Por varias razones: 

         Obra de la serie Badlands (año 2013), realizada conjuntamente por el estudio Zeitguised y el fotógrafo Ben Sandler. El modelo virtual presenta una sucesión de capas plegadas que producen un marcado contraste con la horizontalidad de los estratos de la foto (unidad de lutitas y areniscas incluidas en la Formación Chinle, del Triásico Superior; un nivel de esta unidad ha sido datado con métodos isotópicos, resultando una edad de 213 +/- 1,7 millones de años). El paisaje se sitúa en "El desierto pintado" (The Painted Desert), nombre dado, en 1540, por el conquistador español Francisco Vázquez de Coronado a un vasto territorio que se extiende por los estados de Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México (EE. UU.). En la parte inferior de la foto se llegan a ver grandes troncos fósiles del Parque Nacional del Bosque Petrificado (Arizona). En esta entrada del blog puedes ver una foto de más detalle de árboles fósiles en ese Parque y otra información sobre ellos. Se pueden ver más obras de este proyecto artístico, Badlands,  haciendo clic aquí. Imagen: Copyright © Zeitguised y Ben Sandler, vía Inspirationist.net 

En la superficie de algunas rocas se pueden observar unas curiosas formas de meteorización denominadas alveolos o tafoni (vocablo corso que significa "ventanas"). Este modelado erosivo, desarrollado en paredes verticales o de fuerte inclinación, se manifiesta por oquedades poligonales, redondeadas o elípticas, de dimensiones muy variables y que aportan, en ocasiones, un aspecto cavernoso a la roca. Aunque se pueden presentar en diferentes tipos rocosos, son más frecuentes en areniscas y en granitos. Se generan en una gran variedad de ambientes climáticos: regiones áridas y semiáridas, zonas costeras de clima templado y húmedo o, incluso, en dominios glaciares (se han llegado a encontrar, por ejemplo, en la Antártida). 

Alveolos, oquedades de pequeño tamaño, agrupadas en formas que recuerdan a un panal de abejas. Izquierda: Areniscas cuarzo-feldespáticas de la Formación Vaqueros (Oligoceno superior-Mioceno inferior), en El Corte de Madera Creek, California (EE. UU.). Foto: Chris D 2006. Derecha: Areniscas de la Formación Pigeon Point (formadas, según datación, entre hace 73 y 85 millones de años, Cretácico Superior), en Pebble Beach, California. Foto: Copyright © Bay Area Biking Nikon/flickr  

 Attenti al cane (Cuidado con el perro), obra de la escultora estadounidense Adrian Arleo (Tarrytown, estado de Nueva York, 1960). Arcilla, esmalte cerámico y cera fundida, 34 x 33 x 20 cm, año 2012
       
Los principales factores en la génesis de alveolos y tafoni, según señalan la mayoría de las investigaciones, son los repetidos ciclos de humectación y secado que afectan a las rocas y la cristalización de sales en sus poros. El primero de ellos contribuye a la hidratación de algunos minerales, con el consiguiente incremento de volumen, generando así esfuerzos de rotura y la disgregación de la roca (y el rápido secado favorece que cristalicen las sales). La precipitación de sales en los espacios porosos, aportadas por aerosoles marinos en espacios próximos a la costa o bien incorporadas en disolución a partir de flujos de agua superficiales o subterráneas, da lugar asimismo a expansiones volumétricas que contribuyen a la desintegración de la roca. Hay también otros muchos aspectos locales que pueden intervenir en la aparición de alveolos o tafoni en un emplazamiento concreto: crioclastia (rotura por hielo), erosión eólica, planos de debilidad preexistentes en la roca, disolución de cementos carbonatados en la misma, etc. Y, por supuesto, también influyen las variaciones en las condiciones climáticas y geomorfológicas a las que ha estado sometida la roca a lo largo del tiempo.

Las causas precisas de las peculiares disposiciones geométricas (como es el caso de las agrupaciones de alveolos en forma de panales de abejas), la dinámica de propagación de estas formas en el espacio y a lo largo del tiempo, con un comportamiento irregular, así como la complicada interacción de los diferentes procesos actuantes con las características de la roca y del emplazamiento (orientación, altitud, actividad biológica) reflejan la existencia de un sistema complejo que aún mantiene numerosos interrogantes sin respuestas claras. Por ahí van las investigaciones actuales. 

Tafoni en Castle Rock, unos 80 km al sur de San Francisco, en el condado de San Mateo (California, EE. UU.). Areniscas cuarzo-feldespáticas de la Formación Vaqueros (Oligoceno superior-Mioceno inferior). Foto: Dawn Endico 

A otras escalas, la erosión llega a crear paisajes ruiniformes singulares, como ocurre en el Torcal de Antequera (Málaga, España). Su aspecto más característico lo proporcionan las calizas más recientes que aparecen en este macizo. Son calizas del Jurásico Superior (y, en menor medida, del Cretácico Inferior), depositadas entre hace 135 y 160 millones de años, en las que se aprecian dos tipos: unas, formadas por pequeñas concreciones esféricas llamadas oolitos, dan lugar a bancos de hasta algunos metros de espesor, mientras que las otras (a menudo intercaladas entre las anteriores) son de aspecto noduloso, aparecen formando estratos de diez o veinte centímetros y proporcionan una mayor debilidad a la roca. Estas características, junto con el plegamiento y la intensa fracturación del conjunto rocoso, permitieron que el agua, al disolver las calizas, modelara de forma tan peculiar este paraje. La acción del hielo, en períodos fríos cuaternarios, también ha contribuido a su modelado. 

      Torcal de Antequera (Málaga, España). En esta zona, conocida como Torcal Alto,  se aprecia la diferencia entre la estratificación en delgados niveles de las calizas nodulosas (abajo) y los paquetes más gruesos de las calizas oolíticas, lo que confiere al paisaje una de sus características más llamativas. Este sector presenta un aspecto de pequeño altiplano, salpicado por formas kársticas de absorción (simas, depresiones, lapiaces, callejones, etc.) y amontonamientos caóticos de bloques. El "altiplano" se debe a que este sector del Torcal se sitúa en la parte superior de un pliegue en forma de champiñón que afecta al conjunto del macizo rocoso (por eso aparecen aquí los estratos horizontales). Foto: Joaquín del Val  

Tony Cragg (Liverpool, Reino Unido, 1949) es una de las voces más reconocibles del grupo al que se denominó, al inicio de la década de 1980, como Nueva Escultura Británica. Ha desarrollado un lenguaje artístico personal, muy variado y, a menudo, a través de caminos sorprendentes. La naturaleza ocupa un papel muy destacado en su obra. En palabras de Cragg: "Cuando miras la naturaleza, te das cuenta de su complejidad. Me gustaría hacer cosas que tengan el mismo efecto que la naturaleza tiene en mí cuando la miro". Tal vez por eso sus esculturas aportan visiones diferentes según la posición desde la que se contemplen y nos obligan a pensar sobre la relación del hombre con el paisaje y con la tierra. A veces, con un paisaje concreto:

                         
Eroded landscape (Paisaje erosionado), de Tony Cragg. Vidrio arenado, 252 x 150 x 150 cm, año 1998. El escritor Manuel de Lope, en su magnífico libro de viajes por España titulado "Iberia" (2003), describió así el Torcal de Antequera: "un caos de piedras amontonadas como platos de una vajilla rota






          

                                                                       
                                                                   






           


       

Testigos de la erosión

jueves, 25 de agosto de 2016

Es un incansable investigador de las posibilidades de la arcilla y de otros materiales cerámicos en su obra. Y sigue buscando nuevas formas de aplicar el color en sus esculturas de porcelana. No sólo eso: Fernando Casasempere (Santiago, Chile, 1958) es un artista que sorprende por su coherencia, originalidad y planteamientos. Rescato de él algunas frases de una entrevista en el diario chileno La Tercera (noviembre de 2015), a raíz de su primera retrospectiva, en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago:

"Es cierto, gran parte de la inspiración para mi obra, sobre todo los colores y texturas, viene de mirar el paisaje chileno y especialmente el norte. Creo que es la mayor conexión que sigo teniendo con el país. Volver a casa y encontrarse con la tierra de uno siempre es un agrado".

"La inspiración viene del desierto de Atacama. La sensación de aislamiento y soledad que allá se tiene me llevó a esta obra".
   Salar I (año 2015), de Fernando Casasempere (haz clic en todos los términos en rojo para ver información relacionada). Caolín y acrílico mezclados, 55 x 75 cm. De esta serie, que por primera vez son pinturas, Casasempere ha dicho: "Salares nace de la necesidad de hablar también de la superficie de la Tierra y no sólo de su geología. El decidirme a pintar se da también en mi búsqueda constante para expandir mis propios límites". Ese mismo año expuso una serie de esculturas, en cerámica, sobre tectónica de placas  

Imagen de satélite del Salar de Atacama, en el norte de Chile, un gran lago salado de unos 3.000 kilómetros cuadrados, rodeado por las elevaciones montañosas de la cordillera de los Andes. Está situado en una de las regiones más secas del planeta: la precipitación media en el salar se estima en unos 16 mm anuales. Unos dos tercios de su superficie, en la amplia zona central, están ocupados por una costra de cloruro sódico (sal común) con intercalaciones de pequeños niveles de arcillas y limos. La salmuera existente por debajo de esta costra, alimentada subterráneamente desde los relieves circundantes, se bombea y se deja evaporar en balsas (que aparecen como pequeños rectángulos en la imagen). Estos concentrados tienen un alto contenido en boro, potasio y litio, elemento que se usa para numerosos productos: baterías recargables, teléfonos móviles, ordenadores portátiles, coches eléctricos, vidrios cerámicos, como agente espesante, etc. (el carbonato de litio tiene también aplicaciones médicas: tratamiento del trastorno bipolar). De los salares de Uyuni (Bolivia) y Atacama  se estima que se extrae más del 40% de la producción mundial de este metal alcalino. Imagen vía Zoom Earth     

La sal común, al igual que otras rocas afines (yeso, anhidrita y otras sales), se puede formar en lagos continentales, en cuencas marinas o en ambientes de transición entre el medio marino y el continental (como, por ejemplo, lagunas litorales y albuferas, depresiones en el interior de deltas, ...) siempre que se produzca una precipitación química de elementos disueltos en el agua por evaporación de esta.  En consecuencia, la mayoría de los ambientes actuales de formación de estos depósitos aparecen en zonas áridas y semiáridas con aguas someras. Aunque con excepciones: una de ellas es el Mar Muerto, un lago hipersalino que llega a superar los 300 metros de profundidad máxima. 

Cristal de sal común (o halita, mineral compuesto por cloruro sódico). La foto, realizada y facilitada por el amigo Ángel Paradas, es de un ejemplar existente en el Museo Geominero del IGME. Procede de Remolinos (Zaragoza, España)

Este año 2016 se ha publicado un descubrimiento fascinante: un equipo internacional de investigadores, encabezado por el geoquímico de origen sudafricano Nigel Blamey, ha presentado un nuevo e innovador sistema para determinar el nivel de oxígeno en la antigua atmósfera de la Tierra, midiendo directamente las inclusiones de gases atrapados durante la cristalización de la sal común. ¡Y lo han hecho en cristales de halita australiana de más de 800 millones de años! Se abren, con ello, nuevas puertas al conocimiento sobre las variaciones a escala geológica de la atmósfera terrestre y de otros planetas. Han descubierto, además, que en esa época ya existía un ambiente oxigenado en el que la vida compleja podría haber surgido y florecido antes de la gran explosión biológica del Cámbrico (de hace unos 540 millones de años). El artículo se puede consultar  aquí.

 Cristal (Cristal de sal en neón), del chileno Iván Navarro (Santiago, 1972), 90 x 41 x 6 cm, año 2012. El artista realiza muchas de sus obras con fluorescentes de neón y otros tubos luminosos, a menudo cargadas de referencias sociales y a la historia del arte. En una entrevista de 2015 dijo sobre este tipo de creaciones: "Cuando se apagan, o desenchufan, es como si estuvieran muertas o durmiendo" 

Las rocas salinas (que habitualmente aparecen interestratificadas, en diferente proporción, con niveles de otras rocas de precipitación química y con limos y arcillas) presentan algunas características que las hacen muy especiales en relación con el resto: además de una baja densidad y viscosidad, se convierten muy fácilmente en materiales de comportamiento plástico; incluso se pueden llegar a comportar como un líquido a escala geológica, con gran facilidad para moverse, especialmente si están húmedas o sometidas a elevadas temperaturas. 

Cuando los sedimentos que cubren a los cuerpos salinos son de suficiente espesor y se compactan, la menor densidad de la sal hace que se cree un sistema gravitacionalmente inestable y que la sal comience a ascender, siempre y cuando sea capaz de superar la resistencia de las rocas que están por encima. Resistencia que la sal podrá vencer si esa cubierta rocosa está debilitada por fracturas o presenta una geometría favorable para el movimiento de ascenso de la sal. Algo así como si tenemos un balón sumergido en el agua (la masa de sal) sujetándolo hacia abajo con la palma de la mano (los estratos que están por encima de la sal); al dejar de hacer presión con la mano (estratos debilitados) nuestra mano subirá con el propio balón por el empuje de este. Las estructuras geológicas que se crean así, llamados diapiros salinos, perforan y deforman los estratos que encuentran en su camino de ascenso. 

Junto a esta teoría "clásica" de formación de diapiros (comprobada a través de modelos análogos y numéricos), convive desde hace años otra interpretación que parece adaptarse mejor a ciertos diapiros. El movimiento ascendente de la sal, según esta otra explicación, se produce de forma simultánea a la deposición de los materiales que cubren la sal, sin necesidad de que el ascenso se inicie cuando la sal está cubierta por 1.500 o 2.000 m de rocas sedimentarias (como ocurre con la teoría "clásica"). El lector interesado puede consultar una buena síntesis de las investigaciones más destacadas que avalan ambas explicaciones (y de las cuestiones polémicas que aún están sin resolver) en la introducción de este artículo, escrito por Naiara Fernández y Boris Kaus, de la Universidad Johannes Gutenberg de Mainz (Alemania) y publicado en 2015 en la revista Geophysical Journal International

       
Izquierda: Modelo 3D de un diapiro salino, obtenido a partir de datos de prospección geofísica (en concreto, sísmica de reflexión). Se puede observar cómo la masa de sal, en su ascenso, ha deformado los estratos atravesados. La única manera de conocer con cierta exactitud la geometría en profundidad de los diapiros es mediante técnicas geofísicas, ya que no presentan patrones predeterminados. Imagen: Paradigm  
Derecha: Flujo (Flow), obra del año 2013 del famosísimo pintor alemán Gerhard Richter (Dresde, 1932). Laca en vidrio, montado sobre Alu Dibond, 45 x 35 cm, Catálogo razonado 934-17. En una entrevista, en relación a esta serie de pinturas denominadas "Flujo", Richter comentó: "Las pinturas abstractas me llevan bastante tiempo. Al principio me parecen bien, pero cuando vuelvo a ellas, unos días más tarde, no me convencen en absoluto. Y lo siguiente que sé es que han pasado cuatro semanas hasta que las finalizo". No creo que el pintor, para esta obra, pensara en un diapiro, aunque curiosamente son estructuras muy abundantes en su país y tradicionalmente objeto de gran interés por parte de los geólogos alemanes  

El recorrido ascendente de la sal puede ser de cientos de metros, o incluso de algunos kilómetros, no siendo raro que alcance la superficie. Y aunque la velocidad de ascenso sea muy pequeña, el tiempo geológico juega a su favor: por ejemplo, si el cuerpo salino asciende a un ritmo constante de 1 milímetro al año, en un millón de años se habrá elevado 1 kilómetro

   Irán es seguramente el país del mundo que cuenta con los tipos más variados, y mejor preservados frente a la erosión, de diapiros salinos aflorantes en superficie. Además, están muy bien estudiados por el interés de estas estructuras como trampas de petróleo. La imagen corresponde a un sector situado a unos 75 km al sur-sureste de la ciudad de Semnán, en la región conocida como Desierto de Kavir (Dasht-e Kavir) o Gran Desierto Salado. Todas las formas circulares y elípticas que se ven corresponden a diapiros, que han atravesado las capas rocosas plegadas y que se distinguen perfectamente en la imagen. Se han localizado, sólo en esta región, más de 50 grandes diapiros. Imagen del satélite Landsat 7 con sensor ETM+, perteneciente a NASA/USGS  

Capas de sal plegadas (y reflejadas en el agua) en la mina de Turda (Transilvania, Rumanía), que se realzan al mostrar un típico bandeado: los niveles más oscuros incluyen una cierta cantidad de arcilla. La sal que se explotaba aquí forma parte del diapiro de Ocna Mures-Turda. Fue precisamente un geólogo rumano, Ludovic Mrazek, quien introdujo en 1907 el término diapiro (que proviene del griego, con el significado de atravesar). Foto: Daniel Mihailescu/AFP   

El  japonés Motoi Yamamoto (Onomichi, prefectura de Hiroshima, 1966) ha adoptado la sal como su principal, casi único, medio de expresión artística. En sus instalaciones imagina laberintos, montañas, bosques, jardines flotantes, rascacielos o fuentes. En ocasiones, al finalizar sus exposiciones, invita al público a que recojan la sal de sus obras y que la devuelvan al mar; él, además, los acompaña.

Motoi Yamamoto: "Dibujar un laberinto con sal es como seguir el rastro de mi memoria. Los recuerdos parecen cambiar y desaparecer con el tiempo; sin embargo, lo que busco es capturar un momento congelado que no se puede lograr a través de imágenes o escritos. Lo que busco, al final, es dibujar lo que puede ser la sensación de tocar un precioso recuerdo". 

Jardín flotante, obra hecha con sal, de Motoi Yamamoto. Expuesta en el castillo medieval de Aigues-Mortes (sur de Francia), de mayo a noviembre de 2016
                                                                                 
 
Detalle de la obra Forest of beyond (El bosque de más allá), que Yamamoto realizó en 2011 para el museo de arte Hakone (Kanagawa, Japón). A la derecha, se ve como el artista extendía la sal con ayuda de un pequeño bote de plástico



Un puñado (de sal)